Estaba sentada en una de las sillas que
estaban en el jardín exterior de la casa. Miraba como Harry y Marcos se
apañaban para encender la barbacoa y hacer toda esa comida que Ashley había
seleccionado.
A mi izquierda se encontraba una piscina
enorme donde estaban Amy y Ashley dentro. Estaba alumbrada
por un par de luces
en ambos lados de la piscina y se veía claramente el dibujo que había en el
centro de ella.
-¿Te apetece? – El amigo de Niall se estaba
sentando a mi lado ofreciéndome una copa de algo que desconocía.
-¿Qué es?
-Es mojito.
-¿Alcohol?
-Discúlpame. Pensaba que las chicas buenas
ya no existían.
-No soy una niña buena. – Dije. –
Simplemente soy sana.
Louis se rió.
-Espero que no salgas corriendo como el
otro día en la heladería. – Dijo.
-Eso fue algo diferente.
-Ya, bueno. – Sonrió. – No sabía que tú te
llevases tan bien con Niall.
-Bueno, ahora ya no tanto.
-¿Por qué?
-Déjalo, Louis. Prefiero no hablar de ello.
-¡Uy! – Exclamó. – Eso me huele a
enamoramiento. -¡Marcos! Yo que tú tendría cuidado.
-Louis, no… - Exclamé.
-¿Cuidado de qué? – Intervino Marcos.
-Tu novia está enamorada de otro.
-¿Novia? – Exclamé yo. – No soy su novia.
-Espero que eso sea mentira. – Dijo Marcos
siguiéndole el royo a Louis.
-¡Callaros ya! – Les exigí.
-¡Eso es! Saca las garras niña buena. –
Seguía bromeando Louis.
Carcajadas de ambos me sacaron más de
quicio aún.
-Iros a la mierda.
Me levanté y me fui de ahí. Atravesé el
salón de esa casa tan rural y salí al exterior bajando la cuesta que me
llevaría a la playa.
¿Quién se creía ese chaval para ser tan
entrometido? ¡Qué imbécil!
Cada paso que daba era más acelerado.
-¡Eh! ¡No te enfades! – El chico me debía
de estar siguiendo.
Encima de impertinente, imbécil.
-¿Quieres esperar? – Dijo sofocado hasta que
llegó a mi lado.
-¿Qué quieres? – Me giré cruzando mis
brazos y poniéndolos debajo de mi pecho.
-No es para tanto, no te enfades. – Dijo.
-¿Ni siquiera te piensas disculpar?
-¿Disculparme? Creo que no te maté para
pedirte perdón.
Resoplé y me di la vuelta. Comencé a bajar
de nuevo la cuesta camino a la playa.
-¡Espera, joder! – Ese chico de nuevo venía
detrás de mí. –Está bien, lo siento.
-Bien. – Me giré, le sonreí sarcásticamente
y continué mi camino.
-¿No vas a volver?
-Déjame.
-No es una buena hora para que chicas como
tú anden por ahí perdidas.
-¡Si me pierdo es mi problema! – Le grité a
ese chico mientras terminaba de bajar la cuesta.
Él resopló y subió dirección a la casa de
nuevo.
Llegué al final de la cuesta y me adentré
en la arena. La marea estaba agitada y no había nadie en la playa.
Era perfecto
para distraerse de todo. Esa situación que acababa de vivir había sido muy
tensa y ahora lo que menos necesitaba era tensarme más.
Me senté en la arena y comencé a pensar.
Eso también era malo.
Mi móvil vibraba. Saqué el armatoste del
bolsillo nerviosa, esperanzada. Pensando que quizá fuese aquel rubito que…
-¡Ey! Pensaba que ya no me lo cogerías. –
Era Liam.
-Hola, feo. ¿Por qué no te lo iba a coger?
-Por el enfado que te llevaste para allá.
-Tranquilo, te perdono.
-¿Qué tal todo por allí?
-Todo bien, gracias.
-Me alegro.
-¿Y vosotros?
Una voz sonó detrás de ese teléfono. “¿Esto
es la pimienta?” Esa voz me resultaba tan, tan familiar… “Sí, esa es” Contestó
Liam.
-¿Quién era? – Pregunté.
Liam no contestaba. Diez segundos después,
se dignó a compartir alguna palabra conmigo.
-Niall.
-¿Está ahí?
-Sí. Está con Anne.
-Ah…
-Está raro, _____.
-¿Raro?
-Anne me ha dicho esta mañana que entre
ellos dos la cosa se está distanciando. Espero que no tenga nada que ver lo que
ha pasado contigo…
-¿Qué quieres decir con eso, Liam?
-Déjalo. Disfruta, ¿vale? Mañana hablamos.
Te quiero, chao.
Y colgó.
Liam me acababa de insinuar que la relación
entre mi hermana y Niall peligraba y posiblemente la razón fuese yo. ¿Y si de
verdad Niall estaba empezando a sentir cosas también por mí?
-¡Eh, nena! – La voz de Amy me sobresaltó.
-Hola. – La sonreí.
-Me ha costado encontrarte. – Dijo algo
sofocada.
-Eso pretendía.
-Vamos anda, la cena está lista.
Nos pusimos andar riéndonos las dos de
todo. Sinceramente, Amy era una cabeza loca pero me encantaba como era. Su
manera de ver la vida era increíble.
Era inteligente, guapa, cariñosa. Lo tenía
todo. Normal que tuviese a los chicos a pares.
De nuevo llegamos al jardín. Miré a Sophie
y a Ashley como sonreían juntas ya sentadas en la mesa. Sophie miraba en
dirección a los dos hermanos.
Eché un vistazo a la comida que había sobre
la mesa. Todo tenía pinta de estar delicioso.
La conversación tan amena que había tenido
con Amy cuesta arriba me había animado y eso había hecho que me entrase hambre.
-¿Se puede comer ya? – Pregunté.
-Claro, toma asiento. – Me dijo Marcos
retirando la silla y dejando que se me sentase sobre ella.
-Puedo sola. - Dije.
-¿Sigues enfadada?
No contesté.
-Vamos, tonta. Perdóname. Lo hice de broma.
Marcos me abrazó por detrás y me dio un beso en el cuello. Yo sonreí.
-¿Me perdonas ya? - Suplicó.
-Está bien. - Dije yo riendo.
De nuevo miré a Sophie que me había sentado
frente a ella. La sonrisa que minutos antes tenía había desaparecido totalmente
al verme. ¿Qué la estaría pasando? ¿La pasaría algo conmigo? Tampoco quería preguntarla
más quizás la agobiase.
Nos sentamos todos en nuestros asientos y
comenzamos a comer de aquella riquísima barbacoa que habían preparado los
hermanos Styles. Harry era un chico distante. No había mantenido ninguna
conversación con él y creo que era el único de la casa.
En una hora acabamos con todo. Estaba todo
delicioso.
Los comentarios eran agradables hacia ellos
de todos nosotros.
-¿Sacamos vodka? – Sugirió Harry.
-Perfecto. – Aceptó Louis.
-Como sigamos así nos acabaremos la bebida
en día y medio. – Dijo Amy.
-¿Qué más da? Compramos más.
La idea de beber no me llamaba para nada la
atención. No me gustaba para nada.
-Yo me voy a la cama. – Dije.
-¿Enserio? – Dijo Marcos. – Vamos, tómate
un vaso solo.
-No, de verdad yo…
-Uno. – Marcos me hizo ojitos.
-Está bien. – Acepté.
Todos rieron.
-Yo sí que me voy a la cama. – Dijo Sophie.
-Vamos, quédate tú también. – Dijo Marcos.
Sophie sonrió.
-Estoy cansada. Mañana mejor. Buenas
noches.
Y abandonó el jardín.
Harry ya había servido todos los vasos.
Cinco, para ser exactos.
-¿Brindamos? – Sugirió Louis.
-¿Por quién? – Pregunté.
-Por nosotros.
Louis me miró de una forma diferente.
Peculiar. Increíble.
Una patada en el estómago se apoderó de mí.
Quizás fuese la manera de decirlo, quizás fuese la manera de mirarme.
Me bebí medio vaso de un trago. Me ardía la
garganta. Un calor subió de repente a mi cabeza.
Vaso tras vaso, botella tras botella. Esa
noche no iba a acabar bien…
No hay comentarios:
Publicar un comentario