viernes, 28 de diciembre de 2012

Capítulo 3.


-Hola… - Le dije con una sonrisa avergonzada. Él debía de notar que para ninguno de los dos esto sería fácil.
-¿Por dónde empezamos? – Niall ignoró mi amabilidad.
-Creo que este no es un buen sitio para estudiar… - Le dije. -¿Subimos a mi cuarto?

Niall se levantó sin contestar a mi pregunta. No era por ser quisquillosa, pero ese chico era algo borde. 
Comenzó a andar hacia la puerta del salón y se posó ahí esperando a que yo llegase para conducirle hacia mi cuarto. Y así lo hice. Comencé a subir las escaleras delante de él mientras mi hermana seguramente estaría comiéndose las uñas en algún lugar de la ciudad. Quizá en la playa, quizá en algún bar. ¿Quién sabe?

Abrí la puerta de mi rosada habitación y Niall le echó un vistazo. Sujetaba con la mano derecha todas sus cosas, libros, apuntes… y de el hombro izquierdo llevaba colgada una especia de bandolera donde llevaría más cosas.

-Toma asiento. – Le ofrecí sacando un banquete del armario y poniéndole al lado de la silla cómoda de estudio. – Coge la silla que quieras. – Dije insinuando en que se sentase en el banquete, pero, para mi sorpresa, se sentó en la silla de estudio. Mi reacción fue algo extraña y me quedé sorprendida. Agité la cabeza para quitarme ese asombro y me senté en aquel incómodo banquete.

Alzó su bandolera y la posó sobre sus piernas. Empezó a hurgar dentro de ella y sacó un libro de segundo de bachillerato y un par de calculadoras. Bolis, folios y demás material que necesitaríamos. Yo mantenía mis manos juntas y metidas entre las piernas sin perder detalle de lo que hacía aquel chico rubito tan callado y… seco.

-Toma. – Me dijo cediéndome un libro. – Dime que no entiendes.

Tomé el libro y lo ojeé mientras le miraba de reojo. ¿Cómo le iba a decir lo que no entendía? Ese libro no había sido con el que yo había estudiado.

-Hem… Creo que debes de explicarme todo. – Le dije.
-¡¿Todo?! – Exclamó abriendo sus azulados ojos.
-Sí… - Dije avergonzada.

Ese chico empezó a pasar páginas para atrás. El único ruido que se podía apreciar en esas amplías cuatro paredes de mi habitación era el del reloj que tenía en mi mesilla de noche y el de las páginas chocar entre ellas.

-¿Entiendes esto? – Decidió decir cuando se pausó delante de algo de álgebra.
-Supongo que si me lo explicas lo entenderé rápido…
-Toma la calculadora. Intenta hacer lo que sepas y apúntalo en el folio. Yo mientras haré una llamada.

Niall se acababa de levantar del asiento y se fue de mi habitación. Salió al pasillo y yo no quitaba ojo a aquel folio en blanco donde debería de hacer alguna desconocida operación. Pero no, no lo hice. Solté el bolígrafo y solté la calculadora. Retiré el banquete sin intentar hacer mucho ruido y me levanté. Comencé a andar de puntillas hacia la puerta y posé mi oído en ella.

-Esto es imposible, Anne. Tu hermana no entiende nada. ¿Cómo quieres que le explique todo eso? Ni si quiera soy profesor de matemáticas… - Fue lo primero que escuché de ese muchacho, aparentemente desesperado. –No entiendo porque tu madre tiene que aceptar una relación si ya eres mayor de edad. Además, tu hermana y yo no nos podemos llevar bien. Es una cría.

Aquellas palabras que decía aquel chico a mi hermana por el móvil me dolían. ¿Por qué? No lo sé. Quizá porque aquel rubito me estaba juzgando sin siquiera conocerme. Me estaba llamando cría cuando no sabía que para mi edad era suficientemente madura. Ahora mismo estaba entre un sin saber. Mi hermana había hecho pasar a ese chico como un supuesto profesor de matemáticas, cuando el mismo afirmó que no lo era. 

Podría hacer como si no hubiera escuchado nada, o en cuanto cruzase esa puerta de nuevo decirle que si tan cría soy puede recoger sus cosas y marcharse. Pero sé que sería un fastidio para Anne y un placer para él. Entonces se me ocurrió algo: Tenía que hacer que aquel chico se diese cuenta de que yo no era una cría, por las buenas o por las malas.

-Está bien. Luego hablamos. Te quiero. – Escuché.

Me temía que era el fin de la conversación y me senté corriendo de nuevo en el banquete. Cogí el bolígrafo y empecé a darme pequeños golpecitos con él en la sien intentando disimular.

Se acercó a la silla y se sentó. Miró el folio y se quedó asombrado.

-No has hecho nada… - Se quejó.
-Si no me lo explicas no pretendas que lo sepa. Te recuerdo que estás aquí para enseñarme y no para irte a hablar por teléfono. – Le dije. Su cara se transformó y vio que conmigo tendría guerra. – Si tan profesor eres, vamos. Enséñame.

Su cara se descomponía a cada milésima de segundo más.

-Encima soportar esto. – Susurró.
-¿Perdona? – Le repliqué aun habiendo escuchado lo que dijo perfectamente.
-Nada.
-Bien. Explícame.
-Primero deberías de saber lo que es el algebra.
-Es la rama de la matemática que estudia la cantidad considerada del modo más general posible. Puede definirse como la generalización y extensión de la aritmética. – Dije sin necesidad de mirar el libro.

Sus gestos eran de sorpresa. Él no entendía nada, pero yo entendía todo.

-Bien. Haz esta operación. – Dijo escribiendo en el folio una simple operación algebraica.

Me tomé unos segundos para mirarla y para intentar comprenderla, pero todos los intentos fueron fallidos. No entendía por donde debía de empezar. Mi mirada iba al folio concentrada, necesitaba encontrar la solución a ese problema.

-Te sabes la teoría pero no te sabes la práctica. – Dijo Niall aparentemente más tranquilo y relajado. – Mira.

Empezó a escribir la operación en el folio. Mi corazón empezó a latir más intensamente. Niall estaba muy cerca de mí. Mi mirada iba hacia su perfecta y blanquecina piel y a sus pestañas largas que iban en dirección al folio, donde hacia la operación.

-Es así, ¿lo has entendido?
-Sí… algo mejor. – Mentí.

Me había olvidado completamente de la explicación, me había concentrado simplemente en admirarle, en admirar su belleza y su encantador físico. Pero aún así me preguntaba algo: ¿Cómo una persona como mi hermana se fue a fijar en un chico tan borde y antipático como era él? Su físico era perfecto, pero, su personalidad era fría y seca. Algo debía de tener ese chico, algo que yo, terminaría descubriendo. 

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sábado, 15 de diciembre de 2012

Capítulo 2


Subí las escaleras hasta llegar a mi habitación y tumbarme en la cama. ¿Cómo podría llevar eso de que el novio de mi propia hermana, el cuál su físico me había cautivado nada más verle? No sabía cómo iba a acabar aquella situación, pero era completamente una locura. 

Cogí el móvil y tecleé un mensaje para Sophie y Amy: ‘Me quedo sin vacaciones’
Ellas se sobresaltaron y en media hora estaban debajo de mi casa, llamando a mi puerta.

-¿Cómo que te quedas sin viaje? – Me preguntaba Amy sentada en mi cama, al lado de Sophie mirándome como hacía la bolsa para irnos a refrescar a la playa. –Eso es imposible, llevamos organizándolo muchísimo tiempo.
-Pues eso… - Le contesté.
-No. No puedo consentirlo.  – Protestó Amy.
-Vale, díselo tú a mi madre. A ver si te hace caso.
-Bien. –Dijo decidida Amy. -¿Dónde está?
-No perdamos la calma. –Tranquilizó Sophie. – Si este año no es, será el que viene, no nos preocupemos. Si hemos estado todos estos años esperando, podemos esperar un año más.
-Pero este se supone que era en el que sería el viaje de ensueño. – Dijo Amy.
-Chicas, ir vosotras. Pasároslo bien. – Las animé. –No quiero que vosotras paguéis mis platos rotos.
-¿Estás loca? – Dijo Sophie. – O vamos todas o no vamos ninguna.

Ellas seguían discutiendo conmigo. Yo las animaba a ir y Sophie se negaba, mientras Amy seguía insistiendo en que ella hablaría con mi madre. Intenté cambiar de tema contándoles lo que había ocurrido este medio día en mi casa con el novio de mi hermana, y lo conseguí. Las distraje mientras ellas se quedaban boquiabiertas con la historia.

Llegamos a la playa y estiramos las toallas en el mismo sitio que de costumbre. Nos sentamos mientras nos dábamos crema y nos reíamos. Al menos nos distraíamos un poco.

Algo me paralizó e hizo que parase de darme aquel protector solar. Aquel chico que hacía unas horas se había presentado en mi casa estaba pasando con sus amigos delante de nosotras. Fue fácil distinguirle entre tantos, su perfecto físico llamaba la atención desde kilómetros. Él me miró y yo sentí como si mi corazón se diese la vuelta. Estaba esperando a que me regalase una sonrisa o un simple saludo, pero no lo hizo. No hizo nada de eso. Él me miró de reojo y continuó andando. ¿Por qué? Esa fue mi pregunta. ¿Por qué después de haberse presentado en mi casa y sabiendo que sería mi futuro profesor de matemáticas no me dedicaba ni un solo saludo? A lo mejor es porque le parecí algo rara, o quizá porque le parecía una enana. ¿Qué sería? Y, ¿por qué me importaba tanto la opinión que tuviese ese chico de mí? ¿Por qué me molestó tanto que no me saludase? A penas le conocía.

-_____. ¿Otra vez pensando en las mates? – Amy interrumpía aquella situación. –Vamos, vamos al agua.
-Claro. – No le quitaba ojo a aquel grupo de chicos que se habían situado pocos metros más allá de nosotras. Todos ellos empezaron a jugar al volley y haciendo bobadas entre ellos. ¿Cuántos años tendrían? ¿Veinte? Pero apenas aparentaban lo que nosotras.

Aquel rubito que sería mi futuro profesor de matemáticas, no paraba de mirar para donde estábamos nosotras. No sabía donde miraba exactamente, sólo sabía que miraba en esa dirección, se había puesto gafas de sol.

-¿Qué miras tanto? – Preguntó Sophie mientras escondíamos nuestro cuerpo debajo del agua.
-Es él… -Dije.
-¿Quién? – Preguntaron las dos extrañadas.
-Aquel. El rubito con gafas de sol y de bañador verde. Ese es mi futuro profesor de matemáticas...
-¿¡Ese!? – A Amy se le hicieron los ojos chiribitas. Yo asentí.
-Oh, Dios. Es perfecto – Dijo Sophie.
-Sí, y el novio de mi hermana. - Interrumpí aquel precioso momento.
-Pues no le quitabas ojo. - Dijo Amy.
-No te gustará, ¿no? - Preguntó Sophie. 
-¿¡Qué!? – Exclamé yo sobresaltada de aquella pregunta sin sentido que acababa de lanzarme Sophie. -¿Estás loca? ¿Cómo me va a gustar el novio de mi hermana? Además, a penas se como se llama
-No sé, pero a mí ese me enamora. – Interrumpió Amy. Era mi hermano. Venía con todo su grupo de amigos, y su novia, Marta.
-Voy a saludarle. – Las dije.
-Claro, tú como siempre dándome envidia. –Rechistó Amy.
Salí del agua y me subí a la espalda de Liam sin que él se diese cuenta. Le tapé los ojos y empezó a agitar la cara intentando que las quitase de su vista.
-¡Me voy a caer! – Me advirtió.
-¡Hazlo! – Grité.

Los dos nos caímos segundos después de que lo advirtiese. Cuando caímos fue cuando vio que era yo.

-Vaya hermanita, como siempre haciéndomelo pasar mal. – Dijo.
-¿Te lo hago pasar mal? – Dije mientras nos levantábamos de la arena y nos sacudíamos.
-Lo digo de broma, sabes que eres lo mejor que tengo. – Liam me cogió del cuello y me arrimó a él.  – Luego nos vemos. – Me besó el pelo y se alejó dándole la mano a Marta.
Andaba por la costosa arena, pues se había levantado un aire muy malo que estaba trayendo unas nubes oscuras. Amy y Sophie salían del agua luchando en contra del viento para poder llegar a mí.
-Creo que deberíamos irnos. – Dijo Amy.
-Sí. – Dijimos Sophie y yo.

Empezamos a recoger todo y meterlo en las mochilas cuando empezó a gotear. Empezamos a apresurar el paso para no mojarnos demasiado. El suelo desprendía calor, pero la lluvia estaba fría. Llegamos a la esquina donde nos despedíamos cuando veníamos de la playa y empecé a caminar por la calle de mi casa. Empezaba a llover más fuerte y decidí sacar la toalla para ponérmela en el pelo.

-¡Qué guapa! – Un chico montado en bici me gritó eso con ironía.

Le miré de reojo y miré algo. Detrás de ese chico iba otro: El supuesto novio de mi hermana. No tardé nada en quitarme la toalla de la cabeza y dejar que la lluvia me mojase el pelo más de lo que ya lo había hecho. Niall ya no tenía las gafas de sol y pude ver cómo me miraba extrañado. Estaría pensando que estaba totalmente loca.

Entré en mi casa y subí a mi habitación a cambiarme. Después de eso me tumbé en la cama y pensaba. Mi hermano era feliz con su novia, una chica simpática y agradable que le daba un cariño impresionante. Mi hermana tenía novio, lo cual quería decir que sería feliz con ese chico rubio, o que ya lo era. Y mi mejor amiga ha tenido más novios que años, pero sin embargo, al único que quiso fue a Zack un chico que se tuvo que mudar por problemas familiares. Pero se enamoró. Todo mí alrededor había experimentado esa sensación que todo el mundo describe como lo más maravilloso del mundo.  Obviamente, yo había tenido novios, pero jamás había sentido esa cosquilla que decían que aparecía.

Pensando en eso, me quedé dormida hasta la mañana siguiente, que me desperté por los gritos que desprendía mi madre

-¡Arriba! – Entró y subió hasta arriba la persiana de la habitación.
-Mamá, ¿qué haces? – Pregunté incorporándome para ver la hora en el despertador que tenía en mi mesilla.
-Las nueve menos cuarto. Arriba. El profesor ya está aquí.
-¿Ya? – Pregunté sorprendida.
-Claro.– Mi madre comenzó a andar por toda mi habitación.
-¿No dirás de verdad eso de que me vaya a quedar sin vacaciones, no?
-Te lo advertí.
-Mamá, tengo diez y ocho años, ya puedo hacer lo que quiera.
-No. – Mi madre se giró y me miró directamente a los ojos transmitiéndome compostura. Me puse erguida y abrí los ojos escandalizada por su reacción. – No puedes hacer lo que quieras. No mientras vivas bajo este techo. Y ahora, arréglate y baja al salón, está esperándote ahí tu profesor con Anne.

Mi madre abandonó la habitación y yo me quedé en la cama intentando espabilarme. Más me valía darme prisa y prepararme.

Abrí el armario y saqué unos shorts y una camiseta de tirantes. El pelo me lo cepillé y bajé rápidamente hacia la cocina mientras me servía un poco de zumo.

-Buenos días, papá. – Le dije amablemente a mi padre que leía el periódico antes de irse a trabajar, como todas las mañanas.

Con el vaso en la mano atravesé aquel pasillo hasta llegar a la puerta del salón. La empujé con la cadera y dejé que se abriera. Intenté entrar pero algo no debió funcionar bien. Se me cayó el vaso y empapó toda la alfombra que mi madre tenía decorando el suelo del salón. 

-¿Qué ha pasado? – Anne se acercó alarmada -¿____? – Anne me miró extrañada.
-Lo… lo siento… - Me disculpé intentando que la tierra se abriese en ese mismo momento y me tragase. Todo lo que hacía delante de aquel chico era quedar mal.
-Iré a por la fregona. Vosotros mientras iros acomodando.  – Dijo Anne.

Niall me miraba serio. Seguramente estaría pensando que por qué tenía que hacer de profesor de tal esperpento, pero, siendo sincera, yo también me lo preguntaba.

-Hola. – Le dije con una sonrisa en la cara y sentándome a su lado. Él me lanzó una sonrisa, y para que mentirnos, pareció ser fingida. –Soy ______. Ayer no tuve tiempo de presentarme… - El me miró y echo una vaga sonrisa. –Y bueno… serás mi profesor ¿no? – Pregunté intentando salir de aquel incómodo silencio.
-Creo que está bastante claro. – La voz seca y borde de aquel chico me hicieron enfriarme totalmente. ¿Por qué era así? No le había hecho nada. Miré a mí alrededor y me quedé en silencio.

Anne entró por el salón con un cubo y una fregona y empezó a escurrirla para pasarla por aquel zumo que acababa de derribar. Me levanté del sillón mirando como aquel rubito sacaba su móvil y empezaba a jugar y me acerqué a Anne.

-¿Puedo preguntarte algo? – Le susurré.
-Dime. – Me dijo mientras no paraba de pasar de un lado para otro aquella fregona.
-¿Enserio tengo que hacer esto? – Le pregunté.
-Hazlo por mi, necesito que mamá le acepte. Le quiero... – Mi mirada fue hacia aquel chico y arrugué el entrecejo. – Un trato es un trato. 

No me gustaba ese trato porque yo estaba en medio. A parte es que tendría que estar todos los días viendo a aquel chico. ¿Por qué no otro profesor? ¿Por qué él?

-Por eso busqué un trabajo de verano en una tienda de ropa del paseo marítimo. – Me informó Anne. – Así cada vez que estéis dando clase no tendré la tentación de estar con él y aprobarás.
-Espera, espera. ¿Me piensas dejar sola con él? – Le pregunté asombrada.
-Pues claro. – Anne cogió con su mano el cubo y me lanzó un beso. Desaparecía de aquella sala mientras a mí no me quedaba otra que darme la vuelta y acercarme a aquella situación que se llamaba de una manera peculiar: Niall Horan.

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miércoles, 12 de diciembre de 2012

Capítulo 1.


Matemáticas. Esa era la palabra que retumbaba en todas y cada una de las paredes de mi cabeza. Jamás me podía imaginar que iban a ser mis mayores enemigas, en primero de ESO me parecían tan amigables.

-¿_____? – Amy me daba toquecitos en el hombro.
-Lo siento. Estoy en mi mundo… -Contesté.

Caminábamos por la acera de aquella calle. El sol calentaba las calles, empezaba el verano. Caminábamos  intentando alargar ese camino lo más posible. Llevábamos las notas a casa. Ese día el calor no nos afectaba.

-Deja ya de pensar en las matemáticas. – Protestó Amy. – Piensa que acaba de terminar el último año y que dentro de tres meses podremos decir que somos ¡UNIVERSITARIAS!
-No hagas caso, _____. Eso de que las matemáticas se interpongan en nuestras vacaciones no mola. ¿Cuánto llevamos planeando este viaje? – Añadió a la conversación Sophie.
-Esto es totalmente un martirio. – Dije.- Intenté todo para aprobarlas pero ni siquiera eso sirvió.
-No te amargues más y disfruta de la vida. ¡Qué son dos días! – Amy daba vueltas en la acera de enfrente de mi casa. Había llegado, afortunada o desafortunadamente. –Por cierto, ¿está tu hermano en casa? – Susurró.
-No. – Le hice un gesto en la cabeza. Ella se apenó. – Y aun que lo estuviese, tiene novia. – Le dije. – Además de que no se va a fijar en una enana como tú.
-Oh, vaya… - Se lamentó Amy.- Yo no voy a dejar de luchar por él.
-¡Vamos! Camina,  y deja de decir tonterías, aún nos quedan quince minutos de camino. – Dijo Sophie mientras empujaba levemente a Amy.
-¡Suerte! – Gritó Amy mientras sacudía la mano.

Sí, ellas dos eran mis mejores amigas. Me llamo ____ Flint y acababa de cumplir los dieciocho años por aquel entonces. Ellas eran Amy y Sophie, dos personas completamente opuestas a mí y totalmente opuestas entre sí. Somos de la misma edad y estudiábamos en la misma clase. Amy era la típica chica sociable. Morena y con el pelo largo, ojos color miel, alta y delgada. La denominábamos como la diva de nosotras tres, pues lo era. Había salido con muchos chicos y siempre nos contaba que era la sensación más bonita del mundo, el enamorarse. Sophie y yo siempre nos mirábamos extrañadas, pues nosotras dos nunca habíamos experimentado eso de enamorarse. Sophie, al contrario que Amy, era callada, tímida y bueno… no muy sociable. Pero las tres compartíamos algo que nos unió desde el primer momento en el que coincidimos: El viaje de ensueño. Sí, así sería. Playa, fiesta, chicos… ¡El viaje que cualquier adolescente de diez y ocho años recién cumplidos desea tener! Nos conocimos en tercero de ESO y desde ahí no había sido capaz ningún tipo de obstáculo separarnos.  Pero sin embargo, este verano iba a ser diferente. Nos acababan de dar las vacaciones de verano y cualquier chica de mi edad celebraría este día por todo lo alto. Todas menos yo. Amy y Sophie habían aprobado todas, pero yo no. ¡Había suspendido matemáticas!

Saqué las llaves de la puerta de mi casa pensando en cómo decir la mala noticia a mis padres. De nuevo subí las escaleras de ese pequeño porche donde nos reuníamos en familia.
Inserté las llaves en la puerta y entré a dentro. ¡Por fin aire acondicionado! Por fin aquel calor insoportable se quedaría en el exterior.

-¡Ya estoy en casa! – Grité.
-Buenas tardes, enana. – Era Liam.
-¿Qué haces tú aquí?
-Hoy me he pedido el día libre. Ya sabes, para celebrar vuestras notas.

Mi hermano. Veintidós años. Alto, castaño, ojos rasgados, cara perfecta… Y una fantástica persona. Presumía de hermano, pues lo consideraba como mi mejor amigo. Era la persona que más me había 
ayudado. Con la que más cosas había compartido.

-¡Vamos chicos! Os estamos esperando en la mesa.

 Anne. Mi hermana mediana. Dos años más que yo. Al igual que yo y que Liam tenía el pelo castaño y los ojos rasgados y oscuros. Ella era un pelín más alta que yo y tenía un tipo perfecto, era lo que siempre había envidiado de ella. También teníamos una relación muy buena, pero como la de Liam, no era.

Subí las escaleras que me conducían a la parte de arriba y dejé la mochila en mi habitación. Me quitaba aquel estúpido uniforme y lo colocaba en el armario, ese uniforme que no me volvería a poner jamás. La voz de mi madre exigiéndome que bajase de nuevo me alertaba.

Bajé lo más despacio que pude aquellas escaleras que comunicaban las dos partes de la casa.

Entré en el comedor y todos estaban sentados. Anne con una sonrisa que decoraba ese perfecto rostro que 
tenía. Arrastré la silla hacia atrás y me senté al lado de Liam, como siempre. Temía lo que vendría ahora, la pregunta del millón ¿Qué tal las notas? Mi hermana seguro que habría sacado notazas, pero yo, no corría esa misma suerte.

-¿Qué tal todo? – Preguntó mi padre mientras todos comíamos de aquel plato. Yo temía cada monosílabo que soltaban por esa boca. No quería que me preguntasen por las notas que parecían haber quedado olvidadas.
-Bien. – Contestó Liam. – El trabajo de momento va genial.
-¿Y tú Anne? – Dijo.
-¡Notazas! – Como era de esperar. – Además, os quería contar algo.

En ese momento la conversación que manteníamos en esa mesa se interrumpió. El timbre de la casa sonó.

-¡Voy yo! – Exclamé. Veía la situación perfecta para esquivar la pregunta que vendría ahora.

Me levanté de la mesa y abrí la puerta del salón volviéndola a cerrar para que el fresquito del aire acondicionado no se escapase. Apresuré mi paso al escuchar el ansia de la persona que estaría detrás de la puerta.  ¿Quién sería? No esperábamos a nadie, al menos que yo supiera. Seguro que sería la vecina de al lado pidiéndonos algo de sal.

Llegué en frente de la puerta y giré el pomo, esperando a la Señora Martin. Pero no, no lo era. Era una persona que no había visto jamás en la vida. Una persona de sexo masculino que acababa de aparecer mostrándome el paraíso. Un chico algo más alto que yo, rubio y de ojos azules estaba delante de mí. Torso perfecto, manos enormes, venas marcadas por todos sus brazos. ¿Quién era ese ángel que se situaba delante de mí?

-Creo que me he equivocado… - Dijo ese chico al ver que mi boca no podía articular palabra.
-¿Quién eres?
-Niall, Niall Horan. – Ese magnífico acento penetraba en mi oído como la melodía más perfecta que jamás hubiera podido escuchar. – Anne me debió de dar la dirección mal, lo siento.- Ese chico se disculpó y comenzó a bajar las escaleras, mientras yo intentaba averiguar de qué podía conocer aquel chico tan perfecto a mi hermana.
-¡Espera! – Logré decir. –Anne vive aquí. Anne es mi hermana. – Ese tal Niall se dio la vuelta y subió de nuevo las escaleras del porche.
-Bien. – Ese chico se metió las manos en los bolsillos traseros esperando a que yo le invitase a pasar.
-Oh, perdón. Adelante. – Me retiré para que pasase. Seguí con el olfato aquel olor a perfume que soltaba detrás de ese cuerpo. Él de nuevo se detuvo a mi lado mientras yo seguía embobada mirándole.
-¿Nos vamos a quedar aquí? – preguntó de nuevo. ¡Pensaría que yo estaba loca!
-Disculpa… Ven.

Me puse delante de él, no quería mirarle a la cara porque sabría que me hipnotizaría y quedaría peor de lo que ya lo estaba haciendo. Mientras caminaba hacia el comedor, miraba al suelo intentando descifrar qué sería ese chico de mi hermana. Me situé delante de la puerta del comedor y de nuevo la abrí.

-¡Eso era lo que os tenía que contar! - Exclamó Anne. Acto seguido se levantó de la silla y abrió los brazos en busca de un abrazo de aquel rubito. Yo me retiré de la situación y volví a mi sitio, no sin antes hacerle una mueca de desconcierto a Liam.
-¿Quién es? – Me susurró mi hermano.
-No tengo ni…
-¡Niall es mi novio! – Anne interrumpió mi susurro. Mi cara se convirtió en todo un montaje. ¿Novio? ¿Ese rubito? ¿Ese fantástico personaje era el novio de mi hermana?
-¿Tú qué? – Intentó decir mi madre mientras mi padre, yo y mi hermano permanecíamos en un estado shock.
-Mi novio. – Repitió mi hermana entusiasmada.
-Jovencita, ¿podemos hablar un momento? – Mi madre se levantó y agarró del brazo a mi hermana, la sacó al pasillo. Algo malo la estaría diciendo.
-Oh, toma asiento. – Le sugirió mi padre a Niall mientras Anne y mi madre estaban ausentes. Él hizo caso.

Ninguna conversación presente. Mi padre y Liam comían aquella sopa que ya estaría fría. Niall observaba el comedor mirando de un lado para otro todos los adornos que decoraban aquella sala, y yo… bueno, yo le miraba a él. Sin saber el por qué, sin saber por qué ese chico había impresionado tanto en mí. De repente su mirada bajó hasta dar con mis ojos. Los retiré inmediatamente e intenté disimular. La puerta del comedor de nuevo se abrió y entraban mi hermana y mi madre de nuevo a la situación tan incómoda que se había creado. Anne había cambiado totalmente su gesto y estaba algo triste. Parecía que mi madre no había terminado de aceptar del todo la relación tan repentina que había sorprendido en nuestra vida mi hermana. 

-Creo que yo me voy a ir yendo. - Dijo ese chico. Anne le miró apenada.
-Bien. - Dijo mi madre.
-Lo siento... - Le vocalizó por lo bajo a ese chico.
-_____, acompáñale a la puerta. - Me ordenó mi madre. Acto seguido me levanté de la silla y me puse al lado de ese chico. Abrí la puerta y el me seguía hacia la puerta.
-Lo siento... - Me disculpé yo también.
-No es nada. - Dijo secamente ese tal Niall Horan.

Abandonó mi casa. Parecía ser algo borde, pero no quise darle importancia a aquel comportamiento que había tenido conmigo, pensaba que solo sería la incómoda situación que acabábamos de vivir.


Recogíamos mi hermana y yo la mesa minutos después de que ese rubito abandonara nuestra casa.

-Siento que no le haya parecido buena idea eso de tu novio a mamá… - Le dije a Anne mientras metíamos los platos en la pila.
-No te preocupes, ____. No es tu culpa.
-Y tú, ____. – Una voz con cierta compostura hablaba detrás de mí. La voz de mi madre. -¿Y tus notas?  - La famosa pregunta…
-¿No te las di? – Intenté disimular.
-No. – Mi madre continuaba firme.
-Bueno… subo a por ellas… pero…
-No hay peros que valgan. Bájalas inmediatamente.

Mi madre era una mujer simpática y nos daba todo el cariño del mundo, pero era muy estricta. Siempre lo había sido y jamás nos consintió ningún suspenso. Eso fue lo que nos obligó o mejor dicho, ayudó a ser tan buenos estudiantes.

Subí las escaleras mientras Liam estaba delante de su puerta. Me chistó y le miré.

-No son del todo buenas, ¿no? – Me susurró.
-¿Cómo lo sabes?  - Le pregunté asombrada.
-Te conozco y sé que si así hubieran sido no hubieras intentado esconderlas. – Dijo. –Dime, ¿qué has suspendido? 
-Matemáticas… - Le dije.

Liam resopló y me deseó suerte. Después de eso, entré en mi habitación y rebusqué en la mochila hasta encontrar el boletín. Bajé despacio las escaleras. No quería interrumpir aquella conversación que mantenían mi hermana y mi madre. Miraba por la pequeña raja que había entre la puerta de la cocina y el pasillo. Anne se acercaba y yo me retiré para dejarla pasar. No tenía una cara muy agradable. Pasé y me puse al lado de mi madre.

-Aquí tienes...-Entré en la cocina y le entregué el boletín de las notas a mi madre. Sus manos agarraron aquel delicado folio y sus ojos parecían estar convencidos. Totalmente hasta que leyó algo: Matemáticas 4.
-¿Cómo que matemáticas 4? – Preguntó sobresaltada.
-Verás…
-¿Tú suspendiendo matemáticas? – Mi madre me interrumpió. -¿No tendrás también un ligue que te esté desconcentrando?
-No, para nada…
-¿Entonces? Algún día me matáis a disgustos.
-Mamá…
-Ten. – Mi madre no dejaba que pronunciase palabra. – Llévatelas. No quiero verlas. Sabes las consecuencias que tiene, ¿no?
¿Cuáles? - Me atreví a decir. 
-No te irás con tus amigas de viaje. Ni pensarlo.
-¿¡CÓMO!? – Exclamé.
-Es más, te pondré un profesor para que te ayude en verano. Aprobarás esas matemáticas.
-Pero... - Intenté escudarme. 
-¡Y yo tengo la respuesta! - De repente mi hermana entró con un comportamiento completamente diferente al que minutos antes mostraba.
-¿Qué? - Preguntamos extrañadas mi madre y yo.
-Niall puede ayudar a _____ con las matemáticas. Él se está sacando la carrera de profesor de matemáticas y sé que sabrá hacerlo. - Mi madre la miró sorprendida. -Así que, podemos hacer un trato. - Mi madre arrugó el entrecejo para que Anne siguiera con su proposición. - Si Niall consigue que _____ apruebe matemáticas, le aceptarás. 
-¿Y si no lo hace? - Se quejó mi madre. 
-No le volveré a ver. Lo prometo. - Le contestó Anne. Mi madre miraba a Anne con una sonrisa
-Está bien. - Aceptó. 

Mi cara se transformó totalmente. ¿Profesor? ¿Matemáticas? ¿El novio de mi hermana? ¿SIN VIAJE? Las vacaciones de verano no empezaban muy bien. Ni siquiera se parecían a las que había imaginado todos estos años atrás. Y me temo que no se parecerían en nada. 

PD. Si quieres el capítulo 2 dale a me gusta :) 


jueves, 6 de diciembre de 2012

Nobody Compares

Tenía diez y ocho años y toda una vida por delante para enamorarme, pero alguien apareció en mi vida. Alguien que no se comparaba a nadie. Alguien que debería de estar prohibido en la vida de todas las personas en mi situación. Me enamoré por primera vez y de alguien inesperado: del novio de mi propia hermana. 
PD. Si os gusta la idea os agradecería que le dieseis a me gusta y si es al contrario, pues no me gusta.