martes, 14 de mayo de 2013

Epílogo. (Primera Parte)


-¿Y qué más, abuela? – Lauren insistía. Quería por todos los medios que continuase contando mis historias.
-Han pasado tantas cosas estos años, querida. – Le dije como pude.

Esa niña era preciosa. Se parecía enormemente a Claire y yo me sentía orgullosa de haber creado una familia tan unida e increíble como la que yo no tuve debido a mis caprichos y tentaciones.

Pero, al fin y al cabo, esa fue la vida que me tocó vivir y de la que no cambiaría nada. Ni si quiera le cambiaría a él.

Aún recordaba como cuarenta años antes visité a Anne, después de tanto tiempo sin vernos.

Cuarenta años antes.

-Estoy nerviosa, Niall.
-Lo sé. Tu manicura lo está pagando.

Escondí con una sonrisa nerviosa las manos detrás de la espalda.

-¿Por qué hemos tenido que venir hasta aquí? Han pasado ya diez años. Anne seguro que ya me perdonó.
-¿Crees que le entusiasmará verme a mí? Lo dudo, pero debemos de hacerlo. – Dijo agarrando mi mano para que dejase mis uñas. - Creo que era aquí. – Niall llamó al timbre de ese chalet.

Cogí aire, mucho aire. Necesitaba verla y quitarme este gran peso de encima, pero a la vez, temía su reacción.

Abrió la puerta. Esa chica morena de metro sesenta acababa de aparecer en esa casa tan lujosa. Seguía prácticamente igual, aunque, obviamente, los diez años que habían pasado se notaban.

-____, Niall…

Su boca se entreabrió y mi corazón se saldría de mi pecho como siguiésemos así.

-Hola, Anne. – Dijo Niall en mi ayuda.
-¿Qué hacéis aquí? – Los ojos de mi hermana comenzaban a empañarse.
-Quería… hablar… contigo. – Dije nerviosa.
-¿Quién es? – Harry apareció detrás de Anne con un bebé en brazos.

Mi cara se transformó y miré de reojo a Niall.

-¿Queréis pasar? – Nos ofreció Anne.

Evitamos la respuesta y pasamos por el hueco que nos dejaba para entrar. La seguimos hasta el comedor y ambos tomamos asiento.

Mis piernas no paraban de moverse. Niall me susurraba que me tranquilizase mientras Anne había ido a la cocina a por algo de beber.

Ahí aparecía de nuevo con dos vasos de agua.

-Bonita casa. – Comenté.
-Gracias. – Agradeció Anne. -¿Qué hacéis aquí?
-Me dedico a presentar mis exposiciones. Mis pinturas han triunfado y comencé solo presentando un cuadro. Ahora son exposiciones enteras de mis cuadros. La gente está bastante entusiasmada con mi trabajo.
-Guau… - Se asombró Anne.
-Y, bueno, ayer la exposición fue aquí y… pensamos en venir a verte para arreglar las cosas que en el pasado quedaron sin arreglar.
-Perdóname por no haberte llamado ni intentado contactar contigo. – Se disculpó mi hermana. – No estaba preparada para hablar contigo ni tampoco con Niall. Eso que pasó fue algo que, quizás, no estuvo bien hecho pero que yo, debí de perdonar y no mantenerme tanto tiempo sin preguntarte.
-No debes de disculparte, Anne. Es normal.
-Quiero que entiendas que nuestra relación no puede ser como años atrás, más que nada porque el daño está hecho y estos diez años nuestras vidas tomaron caminos diferentes. Pero aún así, eres mi hermana y quiero que sepas que aquí estaré para todo lo que necesites.

Las lágrimas salían de las órbitas de los ojos de las dos. Me levanté a la vez que ella y la abracé. Las dos nos abrazamos después de tantos momentos y tanto tiempo pasado.

-Y tú Niall… Espero que hagas feliz a mi hermana, sino, te las verás conmigo.
Ambos rieron y yo me uní a esa sonrisa. ¡Puf! Menos mal que no me crucificó y me dejó en la puerta de su casa.

Harry apareció en el salón, de nuevo con el bebé en brazos. Se acercó hasta Anne y lo colocó despacio en sus brazos.

Después, Harry estrechó la mano a Niall y me dio dos besos a mí.

-¿Ese niño es mi sobrino? – Pregunté.
-Así es. Se llama Jacob.
-¡¿Cómo no me has dicho nada?! –Exclamé acercándome hasta él.
-No tenía tu número. Desde que papá y mamá murieron, he perdido mucho contacto con todos. Ni si quiera sé que es de Liam.

Sonreí y cogí al pequeño Jacob. No pude evitar emocionarme. Sinceramente, me sentía culpable. Todo cambió por mi capricho. Nuestra familia se desunió por mi tentación prohibida.

-Liam se casó con Marta en una boda bastante íntima. Ni si quiera yo asistí, mi trabajo me lo impedía. Por lo que sé tienen tres hijos y son felices juntos.
-Parece mentira, erais inseparables.
-Sí. Son fases de la vida que hay que aprender a afrontar y vivir. Le echo de menos al igual que echo de menos todas esas cosas que viví con dieciocho años. Pero allí ya no se puede volver y estoy orgullosa de mi vida.

Anne sonrió. Seguramente que pensó en cómo sería su vida si no hubiera aparecido yo en la relación de ambos y, aun que había pasado mucho tiempo, me seguía sintiendo algo culpable. Pero si de algo estaba segura, es que Niall había hecho que mi vida fuese diferente, mejor, perfecta.

En la actualidad

-Abuela, ¿tú quieres al abuelo? ¿Mucho?

Sonreí de nuevo débilmente. Mis ojos empañados del dolor y de la lucha entre respirar o dormirme para siempre.

-Claro que le quiero. Sin él mi vida hubiera sido completamente diferente y gracias a él he tenido una de las mejores que jamás alguien pudiese desear. - Contesté. 

Y así era. Desde aquel viaje a París en el cual conocí a Lorette, él no se había separado ni un segundo de mí. Me había hecho feliz cada segundo y había estado apoyándome y animándome en todo lo que pudo, incluso en más.

Le quería, y todos los años que quedaban detrás de nosotros, no pesaban. Mi amor hacia él, hacia Niall, el padre de mis hijos y el abuelo de mis nietos, no había cambiado.

Cuarenta y cinco años antes.

-Niall, ¿dónde has puesto el queso?
-¿El queso? ¿Qué dices?
-¡Sé que te lo comiste tú!
-¿Yo?

Fui detrás de él. ¡Se lo estaba comiendo!

-Eres un capullo.

Sonreíamos los dos mientras yo iba detrás de él rodeando el sofá.

-Eres un capullo, enserio.
-¿Me das un beso?
-¡NO! – Exclamé enfadada.

Él rió más intensamente y se metió otro cacho de queso en la boca.

-¡Ese cacho de queso me pertenecía!
-Y tú me perteneces a mí.

Niall arrancó un cacho de queso con su boca y lo mantuvo en ella mientras sobresalía un cacho de ella. Me cogió de la cintura y apresuradamente, me arrimó a él.

-Muerde. – Dijo vocalizando mal debido a ese cacho de queso.

Yo reía sin control.

-¡Vamos! ¡Muerde! ¡Se me va a caer! – Exclamó.

Le quité ese cacho de queso con la mano y le besé.

En la actualidad.

-Qué bonita historia, abu. Yo quiero tener un novio como tú y como el abuelo de mayor. Quiero vivir con él todo lo que viviste tú con él de joven.

La pequeña de ocho años no sabía nada de lo que yo había luchado por llegar con Niall hasta donde había llegado.

-¡Mamá! – Mis hijos entraban por la habitación. No quería irme sin despedirme de ellos.
-Hijos…

Los dos vinieron a abrazarme junto a mis nietos que parecían asustados.  ¿Cómo se iban a imaginar a su abuela en esta situación?

-¿Cómo estás? – Preguntó mi hija mayor.
-Bien, cielo.

Claire, así se llamaba nuestra hija. Estaba demasiado preocupada, no quería preocuparla más. Sabía que esos iban a ser mis últimos momentos con ellos y debería de aprovecharlos con las personas que más quería.

Treinta años antes.

Me despertaba encima de los brazos de Niall. Parecía preocupado.

-¿Dónde estoy?
-Estamos en un taxi, vamos al hospital.
-¿Al hospital para qué, Niall?
-Te has desmayado. Es la segunda vez en una semana que te pasa. No pienso pasarte una más.

El taxista miraba por el retrovisor descubriendo la evidencia.

-Niall, enserio. No es nada serio.
-Quizás tengas el azúcar bajo
-Niall, no…
-O quizás el hierro, ¿quién sabe?

Me incliné a su lado para sentarme.

-Niall, escúchame.

El chico se quedó perplejo.

-Por favor, pare el taxi. – Le rogué al taxista temiendo que el taxímetro continuase subiendo.

Pagué lo que le debía a ese hombre y abandoné el coche.

Salimos y Niall aún seguía pensativo.

-Niall, estoy embarazada.

Ese chico casi deja escapar los ojos de sus órbitas. No se lo esperaba para nada. Ahora, en el mejor momento, en el momento en el que nuestro negocio iba viento en popa.

-¿Enserio?

Afirmé con la cabeza.

-Pero, ¿por qué no me lo dijiste antes?
-Niall, tengo miedo. Aún soy joven. Somos jóvenes. Además, todo nos va también ahora.
-Eh, eh. Tranquila. Lo tendremos y lo cuidaremos. Da igual que estemos en nuestro mejor momento.

En la actualidad.

Permanecía ahí, a mi lado. Agarrando mi mano y apretándomela fuerte. A pesar de los años, la fuerza de ésta no se perdía y más cuando se trataba de agarrarme a mí.

-Esto se acaba… - Me lamenté sabiendo que aquí acababa todo.
-Eres fuerte. Y en el caso de que se acabe, me esperarás allí, ¿a que sí?
-Tu siempre me prometiste tu para siempre, aquí tienes el tuyo. 

Todos habían abandonado ya la habitación. Los médicos dijeron que era lo mejor. Ahora estaba con él.
En esa habitación de hospital, agarrada de la mano de mi marido y con miles de sentimientos apunto de apagarse para siempre.

-No te vayas, por favor. – Me pidió.

Mis ojos se entrecerraban. Le escuchaba tan lejos. Estaba cansada. Quería cerrar los ojos.

-Por favor. – Suplicaba, ya llorando.
-Te quiero.

Un último suspiro y el último latido de mi corazón. Se apagó.

Mi mano soltó a la de Niall, quien me abrazaba pidiendo desesperadamente que volviese con él.

Tantos años juntos, tantas cosas vividas.  Una vida formada a su lado. “Te prometo un para siempre” esa frase que se acostumbraba a decirme todos los días antes de acostarnos.

Esos sábados que no me dejaba descansar y me sacaba a enseñarme sitios de las ciudades que visitábamos gracias a mis cuadros.

Esos lunes que me despertaba con besos y me susurraba hasta que mis ojos se abrían.

Esos momentos como el día que nacieron mis dos hijos que no me abandonó ni un solo segundo.

Esas comidas tan deliciosas que me preparaba.

Ese día que apareció en París diciéndome que me quería.

Todo lo que luchamos en apenas unas semanas para estar ambos juntos, nos dio resultado a lo largo de la vida.

Él había estado conmigo hasta el último suspiro, hasta mi último aliento, hasta mi último latido.

Niall me prometió un para siempre, que cumplió.

Y ahora, le veía abrazando todavía un cuerpo, ya inerte, encima de una cama del hospital. Le veía pero él a mí no.

-Te quiero. – Le gritaba. -¡Niall, amor! Te quiero.

Pero él no me hacía caso. Ya no me veía, ya no me sentía. Eran gritos que no llegaban a ningún lado.

-¡Querido! ¡Estoy aquí! Date la vuelta, por favor. – Le agitaba los hombros pero ni si quiera se inmutaba un centímetro. Niall ya no me oía y jamás me podría volver a oír.

Lloraba lágrimas que ni si quiera existían.

Él, continuaba empapado en sus lágrimas. Lágrimas que solo podría calmar yo, y que, aun que quisiese, jamás las podría volver a consolar. 

LEED POR FAVOR, ES IMPORTANTE: 

PD. Y aquí acaba, (de momento) Nobody Compares.  Muchísimas gracias a todas las que habéis leído y seguido desde el principio, o desde más adelante la historia. Por vuestros comentarios y vuestras sugerencias. Por vuestro énfasis porque subiese otro capítulo, por invertir vuestro tiempo en novelas que simplemente, son unas cuantas letras juntas que dan sentido a algo. Quiero que sepáis que esta novela me ha encantado escribirla y tener lectores y lectoras tan increíbles como vosotras.

Y como siempre os digo, me encantaría que me dieseis vuestra opinión de qué os a parecido la novela en mi Ask: (http://ask.fm/Sttories1D) en mi twitter (@Sttories1D) en los comentarios de aquí debajo o si queréis algo más personal, en mi e-mail: sttories1d@gmail.com
Y de nuevo, gracias. Gracias por hacer que esta novela haya llegado hasta el epílogo y no se haya quedado en el prólogo. Gracias a todas las seguidoras de Twitter (todas a las que aviso diariamente, que podría poner vuestros users pero me los reservo porque sé que sabéis a quien me refiero.) que me apoyáis tanto y gracias a todas las que me comentáis en el blog. A esas chicas que me seguíais en Tuenti y que desde que lo perdí no volví a saber casi nada de ninguna, Marta, Maria José, Cris, Mercedes, la otra Cris, Alejandro, entre otros. Gracias, de verdad. 
Sois geniales.
Y aquí acaba (de momento) Nobody Compares. Un besazo, Nerea. xx




lunes, 13 de mayo de 2013

Capítulo 42.


-Gracias, Lou. – Me agradecí bajándome del coche justo en su puerta. Él estaba acompañado de Amy a la que acercaría ahora a su casa.  – Os quiero. – Dije sacudiendo mi mano.

Empecé a andar lo más apresuradamente posible. Justo, en ese instante, un hombre acababa de pasar al portal y me sujetaba la puerta. Corrí lo más rápido que pude y, sofocada, entré en el portal.

-Gracias. – Me agradecí.

Él me sonrió y pasó al ascensor en donde yo también me monté.

Ambos estábamos en tensión. Ninguno sabíamos dónde mirar y yo opté por mirar al numerito del ascensor “Clink” Mi piso primero.

-Buenas noches. – Me despedí y salí.

Cogí aire apoyando mis manos en mis rodillas cuando el ascensor se cerró de nuevo. Estaba agotada. El viaje, la carrera, la hora que era…

-¿Qué haces aquí? – Exclamó Niall saliendo con una chaqueta de cuero en la mano de su casa.
-¡Niall! – Exclamé aún cogiendo aire.
-¿Qué te pasa? ¿Estás bien?
-Sí, sí. – Dije.
-Iba a buscarte.
-¿A estas horas?
-Podría preguntar qué haces a estas horas tú aquí.
-Mi madre me dijo que necesitabas hablar conmigo.
-Así es, pasa. – Dijo empujando de nuevo la puerta y dejándome paso.

Retomando un poco la compostura, entré de nuevo.

Miré de nuevo ese piso, de un lado para otro. Hacía tanto que no lo veía, y todo lo que habían cambiado las cosas desde entonces.

-Siéntate. – Me ofreció Niall.

Le hice caso y recogiendo mi bolso, me senté en el sofá.

Él me imitó colocándose en una silla frente a mí.

¿Qué me tendría que decir? La cosa estaba bastante fría y ni si quiera me había besado.

-Niall, se me va a salir el corazón. Dímelo ya.

Él rió cosa que me tranquilizó bastante.

-Verás. El hombre que se encargó de organizar esa inauguración en París, se puso en contacto conmigo. Bueno, él directamente no. Hablaba con un muchacho español que me iba traduciendo todo lo que el jefe de bigotes alargados me decía.

Asentí sabiendo que eso que me acababa de decir era para marear la perdiz.

-Me dijo que se sorprendió del éxito que tuvo tu cuadro. Todos se paraban a contemplarlo ya que era como una fotografía. Así que, me ofreció proponerte que tu cuadro visitase todas las exposiciones de este tipo de toda Europa. Él se encarga de pagarte todos los gastos hasta que tengas el suficiente dinero para pagártelo tú.

Me quedé sorprendida. ¿Enserio pintaba tan bien como para que alguien que ni si quiera me conocía quisiese invertir todo ese dinero en mí?

-Niall, yo… La pintura es como un hobbie. Nada más.
-Pero, ¿quién te dice que no seguirá siendo tu hobbie? Tienes mucho talento. Debes aprovecharlo.

Le miré y me quedé pensando. Tenía muchas ventajas pero también muchas otras desventajas. El ir a cada exposición y estar viajando constantemente significaba no estudiar ni graduarme. Pero, ¿y si de verdad me facilitaba la vida mi talento? Podría ganar mucho dinero y, estuviese donde estuviese, hacer feliz a mi abuela.

Sonreí.

-Está bien.
-¿Enserio? – Exclamó Niall levantándose y abriendo los brazos en signo de alegría.
-Sí. Enserio.

Me levanté y le acepté ese abrazo en el que me rodeó fuertemente con sus brazos.

-Pero, ¿iré sola?
-Creo que puedo acompañarte. Soy el que se supone que llevó el cuadro hasta allí. Podríamos llamarlo… - Niall se puso el dedo índice en la barbilla. - ¡Tu representante!

Los dos reímos. Ese chico me transmitía tranquilidad y amor, mucho amor. El irme por toda Europa a su lado, pintaba muchísimo mejor.

-Pero, ¿enserio quieres arriesgar tu vida, tu rutina… todo?
-Sí. Por ti arriesgaría todo y más. Pienso acompañarte a cumplir tu sueño. Te lo prometí.

Sonreí. Los dos nos mirábamos sin saber que decir. Los dos derrochábamos felicidad. Nos queríamos, estaba claro. Después de un rato, le comencé a besar apasionadamente. Con más ganas que nunca. Ese chico me ayudaría a cumplir mi sueño y era lo único que me faltaba para ser realmente feliz.

Comencé a besar sus labios más deprisa y fui deslizándome hasta el cuello. Allí bajé hasta el pecho donde le levanté la camiseta.

-¿Estás segura? – Me preguntó.
-Más que nunca.

Él levantó sus brazos y dejó que su camiseta abandonase su cuerpo y aterrizase en el suelo de ese salón.

Él me imitó y quitó mi camiseta dejando al descubierto mi sujetador. Le agarré la mano y le conduje hasta la habitación donde ambos nos lanzamos a la cama, sin dejar ni un segundo de besarnos.

Sus manos recorrían todo mi cuerpo manifestándose en caricias. Yo le miraba directamente a los ojos, él estaba encima de mí. Sus ojos azules aún seguían impresionantes, y más desde ese punto de vista que jamás había visto a cualquier otro chico. La oscuridad no podía esconderles, ni si quiera podía esconder esa majestuosa belleza que no se le quitaba.

Cuando nuestros cuerpos estaban a punto de unirse, él busco mi mano que acariciaba sin cesar su espalda y la entrelazó apretándola fuerte.

-Te quiero, ____ . Eres alguien que nadie jamás podría igualar y disfrutar al igual que lo haré yo el resto de mi vida.

Una leve queja de dolor salió por mi boca accidentalmente.

-Eres “Alguien que, aun que muchas personas quieran e intenten hacerlo, nadie, nadie podría comparar.”  - 

Añadió.

Esa frase fue exactamente la que ponía en la inauguración de París. La frase que ponía al lado del cuadro.

Niall, ese chico que, fuese la situación que fuese, en el rincón del mundo que estuviese, en el momento que fuese, me sorprendía.

Y pensar que todo empezó en la puerta de mi casa, un día caluroso y odioso de Junio, cuando ese chico encontró mi corazón y ya no lo abandonó jamás.

-¿Quién eres?
-Niall, Niall Horan. – Ese magnífico acento penetraba en mi oído como la melodía más perfecta que jamás hubiera podido escuchar. 

PD. Para todas aquellas que no hayáis visto en twitter este es el PENÚLTIMO capítulo. Os quiero.



domingo, 12 de mayo de 2013

Capítulo 41.


-Buen viaje, ____. Ha sido un placer. Suerte con Niall. Ya me contarás qué tal.

Y un abrazo inmenso nos acogió.

Era hora de volver a mi ciudad y pasar a recuerdo todo lo que había pasado en París, que, sin duda, sería un viaje que recordaría por varias razones. Afortunadamente, todas buenas.

Nos separamos y entre lágrimas, nos consolamos sabiendo que en un tiempo nos veríamos.

Después me despedí de los padres de Lorette y el pequeño Ailan al que había cogido mucho cariño. Ya al menos me miraba a la cara cuando le hablaba.

-Bon Voyage! – Exclamó el pequeño.
-Te quiero, Ailan. – Le dije besándole la frente.
-Te quiero.  – Dijo con su fino acento francés.

Reía limpiándome las lágrimas.

-Gracias por todo, Lorette. – Añadí.

Ella sonrió y yo me dirigí hacia el pasillo hacia la sala para embarcar.

De nuevo volvía a España con una situación totalmente diferente a la que fui ahí.

Regresaba feliz, entusiasmada, al fin con una sonrisa en la boca y con ganas de comerme el mundo. Con él.

Minutos después de entrar en esa sala, nos anunciaron que ya podíamos embarcar. Colgué mi pequeña mochila sobre el hombro derecho y con mis auriculares colgando de mi pecho, entré en el avión buscando de nuevo mi sitio.

Metí mi mochila en el maletero y me senté igual, en el asiento de la ventana.

~

Acabábamos de aterrizar en mi ciudad. Algo de nervios se asomaban por mi estómago.

¿Quién vendría a recogerme? ¿Quién vendría a por mí al aeropuerto? Cosquillas intensas recorrían todo mi cuerpo.

De nuevo abandoné ese avión y me fui en dirección a coger una de mis maletas.

En cuanto la avisté la cogí y comencé a andar con ella hacia afuera, donde me estarían esperando mis padres y mi hermano Liam.

Comencé a andar más rápido aún. De nuevo vi a trabajadores, chóferes y todas esas personas con un papel entre las manos esperando a que se bajasen sus acompañantes.

Y ahí estaban mis padres. Corrí lo más que pude luchando con mi maleta para que no se diese la vuelta. Los abracé lo más fuerte posible.

-¿Qué tal el viaje?
-Genial mamá, enserio. Gracias.
-¿La torre Eiffel? – Me preguntó mi padre.
-Increíble. Lo mejor de París.

Detrás de esa afirmación había un doble sentido. En la torre Eiffel le encontré a él y todo era diferente desde su aparición.

-¡Eh! ¡Enana! ¿Y a nosotros no nos dices nada?
-¡Liam! – Corrí hacia él. Le abracé enormemente fuerte y le besé la mejilla.
-Hola, Marta. – La sonreí y la abracé también a ella.
-¿Nos vamos? – Preguntaron mis padres.
-Sí. – Contestó Liam cogiendo mi maleta y arrastrándola él.

¿Y Niall? Miraba para todos los lados. Estaba claro que en el aeropuerto no estaba.
Entristecí algo, pero no quise darle mayor importancia. Mi sonrisa regresó cuando vi a Liam mirándome. Orgulloso.

-¿Qué tal? – Me preguntó poniéndose a mi lado mientras Marta hablaba con mi madre.
-Bien.
-Le viste, ¿no?
-¿Cómo lo sabes?
-No preguntes.

Sonreí.

-Siento haberte frenado siempre. Pensé que solo sería un capricho.
-Hacías lo correcto, Liam. Pero de verdad le quería y de verdad le quiero.
-Lo sé pequeña. Y ahora no me cabe duda.

Llegamos al coche donde nos montamos. Liam, Marta y yo en el asiento de atrás y mis padres en los de adelante.

Todo el camino preguntándome qué había visto, qué tal con la familia. Todos estaban igual de entusiasmados que yo.

Llegamos a la puerta de mi casa. Al fin. Estaba cansada del viaje y necesitaba descansar. Mañana sería otro día en el que esperaba ver a Niall.

Liam se encargó de nuevo de arrastrar mi maleta y mis padres emprendieron el camino a la puerta los primeros.

Mi madre encajó la llave en la ranura e hizo forcejeos.

-No se puede abrir. – Se quejó. – Inténtalo tu, ____.

Resoplé y giré perfectamente la llave. Miré hacia atrás y la sonreí.

Me adentré en mi casa en la que estaba todo a oscuras. Qué raro.

-¡SORPRESA!

Un grito de gente a la vez que la luz se prendía hizo que me sobresaltase.

Me agaché automáticamente al suelo y me refugié entre mis piernas y brazos. Lloraba desconsoladamente.

Mis amigos estaban ahí para darme la bienvenida. Lou, Amy, Sophie, Ashley, Marcos sujetaban una pancarta en la que ponía “Bienvenida a casa”

Me levanté del suelo y los fui a abrazar a todos mientras mis padres y Liam me miraban emocionados.

-¡Te echábamos de menos, petarda! – Me exclamó Amy.
-Y yo a vosotros, de verdad. Gracias por esta bienvenida.

Mi gesto entristeció cuando, por mucho que miraba, no había rastro del rubito.

Quizá no hubiera podido venir. Quizá estaba ocupado.

-¡Hola cielo! – Sophie se acercó a mí. - ¿Qué tal en París?
-Bien, genial. Ha sido estupendo. Tengo tantas cosas que contaros…
-Y yo a ti.

Sophie se acercó a Marcos y le arrastró agarrado del brazo hasta mí.

Cuando estaba a mi lado, Sophie se puso de puntillas y rozó sus labios con los del chico.

-¡¿ENSERIO?! – Exclamé.

Ella asintió con la cabeza alegre. Él también parecía contento. Quizá fuese demasiado precipitado ya que ese chico poco antes de irme a París me besó. Sophie parecía estar al margen completamente de ese beso, pero no quise interponerme en la pareja. Ellos eran los que, si salía algo más, tenían que darse cuenta solos.

Los sonreí y los felicité. Subí las escaleras hacia mi habitación a cambiarme. La verdad me hizo ilusión esa sorpresa, pero ahora me apetecía descansar y daría lo que fuera porque ese viaje fuese para dormir.

¿Qué sería de Anne? De repente esa pregunta apareció en mi mente como un flash. ¿Dónde estaría? ¿Sería cierto eso que me contó Niall de que se fue a vivir con Harry a Grecia? Podría preguntárselo a Liam, pero ahora no era el momento.

Entré de nuevo en mi habitación y abrí mi maleta que se había encargado de subirla Liam.

Saqué un conjunto cómodo y me quité esos ajustados vaqueros que me estaban matando.

Suspiré. ¿Y Niall? Esto me preocupaba incluso más que lo de Anne. Necesitaba verle. ¿Y si se fue? ¿Y si pensó y quiere más a Anne que a una cría como yo? Ladeé mi cabeza. Esas ideas no deberían pasarse por mi cabeza. Además, lo prometimos. Prometimos no separarnos por nada del mundo.

-¡Joder! – Exclamé.
-¿Estás bien?

Mi madre acababa de aparecer en mi habitación. Mi madre…

-Hola, mamá.
-¿Qué te pasa? Pareces preocupada. – Dijo tomando asiento en mi cama mientras yo me colocaba la camiseta.
-Lo estoy.
-Deberías estar feliz. Acabas de venir de París, una ciudad preciosa.
-Hay cosas más importantes que el pensar en París…
-Sé lo que pasó con Anne y Niall. Y ella se fue con ese tal Harry. Lo estoy pasando francamente mal. – Se lamentó mi madre. – Jamás pensé que este momento pudiese llegar, pero lo entiendo. Mi hija tiene casi veintitrés años y no puedo prohibirla nada. Creo que el no permitirle salir con ese chico fue lo que fastidió su relación y de verdad me siento mal por haberme entrometido. Quizás si nunca la hubiera puesto excusas a todo ella seguiría aquí conmigo y…

Mi madre rompió a llorar.

-No te sientas culpable, mamá. No tienes la culpa de nada. La que rompió esta relación fui yo.
-Ese chico, Niall, vino esta mañana aquí. – Comentó mi madre. – Me dijo que en cuanto llegases fueses directamente hasta donde él vive. Necesitaba hablar contigo urgentemente.
-¿Ahora? ¿Con toda esa gente abajo?
-No dejes escapar a alguien que realmente te quiere y al que realmente quieres. Ve con él.
¿Cómo sabía mi madre que ese chico me quería tanto? ¿Qué habría hablado con ella?
-Vamos, ve. – Ella me animó.

Me levanté de su lado y la abracé fuertemente mientras le daba un beso fuerte en esa mejilla empapada de lágrimas de culpabilidad.

-Te quiero, mamá.

Salí de mi habitación y bajé hacia el salón, donde ya todos estaban levantándose para irse.

-¿Ya os vais? – Pregunté entrando en esa habitación.
-Sí. Es tarde y tu tendrás que descansar. – Contestó Sophie.
-Lou, ¿tú también te vas?  - Pregunté de nuevo.
-Sí. ¿Por qué?
-Genial. Llévame contigo, necesito hablar con Niall.
-¿Ahora?
-Sí.
-¿No puedes esperar hasta mañana?
-Es urgente, Lou. 


PD. SOLO QUEDAN DOS O TRES CAPÍTULOS PARA QUE ACABE NC :)



viernes, 10 de mayo de 2013

Capítulo 40.


Me quedé en blanco. Esa confesión me pillaba muy de sorpresa. ¿De verdad sentiría todo eso? ¿De verdad habría venido a por mí aquí?

Solté los cubiertos sobre el plato y cogí mi copa con agua dentro. La di un sorbo y después cogí mi servilleta con la que me limpié la boca.

Ambos nos manteníamos en silencio. Yo estaba asombrada. Jamás me imaginé que ese “Te quiero” de verdad llevase tantos sentimientos con él. ¿Por qué todo esto era tan difícil? ¿Por qué no se pudo cruzar en mi vida y no en la de mi hermana? Quizás me gustaba porque era prohibido, y lo prohibido siempre atrae.

Sin embargo, lo que Niall me acababa de decir llevaba mucha razón. Si eso de que Anne se había ido a vivir con Harry a Grecia tan pronto, no es que le quisiese tanto.

Las velas se movían por la breve y fresca brisa que entraba por ese ventanal. Entre medias de nosotros. Le miraba ruborizada y él me sonreía. Me pasaba mis manos por mis brazos porque comenzaba a tener algo de frío.

Niall se levantó de la mesa cerró la ventana al darse cuenta de que estaba comenzando a enfriarme.

No dejé que se sentase. Me levanté hacia él y me quedé mirándole a apenas dos centímetros de él.

-Yo no sé si todo esto que me acabas de decir es cierto, ni si de verdad sientes todo esto por mí, Niall…
-¿Crees que yo viajo a París en busca de una chica para confesarle todo si no la quiero? ¿Para no perderla? Mi vida con Anne no estaba del todo mal, y arriesgué perderla a ella por estar contigo. Te prometo que de verdad siento todo esto. Te quiero como nunca he querido a nadie.

Esas palabras de Niall me llenaron totalmente. Me ilusionaron. La única luz que nos alumbraba era la de las velas y la del ventanal ya cerrado. Le miraba. Sonreía orgullosa. Sabía que pisotearía el corazón de Anne, pero, ¿Por qué no dejar de pensar de una vez por todas en los demás y empezaba a pensar en mí?

Agarré a Niall del cuerpo y con todo el sentimiento de culpabilidad y arrastre de remordimientos, le besé. Él se dejó llevar agarrándome de la cintura.

Niall separó sus labios de los míos y me comenzó a besar el cuello de tal manera que hizo que me estremeciese.

Me dejaba llevar por el vaivén de sus labios.

Estos tan rosados y gruesos, comenzaron a bajar en dirección a mi pecho mientras que una de sus manos desabrochaba la cremallera de mi vestido.

-Niall… yo…
-No has hecho nada, ¿no?

Me interrumpió. Él tenía razón. No había hecho nada a mis dieciocho años. Me daba vergüenza admitirlo, pero era la realidad.

Negué con la cabeza y él sonrió.

-Tranquila. No tengo prisa.

Me abrazó y de nuevo me empezó a besar apasionadamente.

Ese chico me transmitió total confianza. Mucha. Demasiada.

-Niall, yo quiero, pero… entiende que aún es pronto.
-Te entiendo, de verdad que te entiendo.

De nuevo me besó la frente. Me miró de nuevo a los ojos y mientras me besaba los labios, me subía de nuevo la cremallera de mi vestido.

-Me voy mañana. – Añadió.
-Prométeme que nada cambiará cuando volvamos allí.  – Le exigí.
-Te prometo que nada cambiará. Lo que siento por ti es muy fuerte, ____ y nada ni nadie puede hacer que cambie. Prometo hacerte la persona más feliz cuando regreses a casa y prometo compensarte todo esto que estás viviendo.

Mis lágrimas se escaparon de las órbitas de mis ojos. ¿Enserio? ¿Esto no era un sueño? Niall estaba en frente de mí diciéndome que ya nada ni nadie nos podrían separar. Que ahí empezaba mi historia con el rubito. Esa historia que deseé por tanto tiempo y que, por fin, tenía en mis manos.

-Creo que es mejor que me lleves de nuevo a casa. – Le aconsejé. – Mañana te espera un viaje de vuelta…
-Está bien.

De nuevo me besó los labios y cogió mi chaqueta la cual me colocó. Después me dio mi bolso. Me lo colgué en el hombro.

De nuevo me estrechaba la mano para que la entrelazase con la mía.

Bajábamos las escaleras hasta donde se encontró ese coche. Nos montamos.

En ese coche estaba la radio. Una canción sonaba en el coche. Sonreí.

“We're so Paris when we kissed, when we kissed”

-¿Te gusta? – Preguntó Niall.
-Sí. ¡Qué casualidad! No la había escuchado antes.
-Se llama “Nobody Compares”

Sonreí.

-Es preciosa.

Los dos sonreímos ahora.

Tras el mismo recorrido que antes, llegamos a la casa de Lorette a la cual llamé y bajó sigilosamente a abrirme la puerta.

Vi que la entreabría y me bajé sin hacer mucho ruido del coche. Niall también se bajó y se acercó a mí.

-Que tengas buen viaje. – Le dije mirando vergonzosamente al suelo.
-Nos vemos allí de nuevo.

Me besó en los labios bajo la mirada atenta y alegre de Lorette.

-¿Prometido? – Añadió él.
-Te lo prometo, Niall.

De nuevo me besó, aun más apasionado, con más ganas. Los dos nos amábamos y ahora estaba demostrado.

-Te quiero. – Concluyó metiéndose en el coche.
-Y yo.

Me mordí el labio y, mirando como él desparecía por esa calle, me metí de nuevo en la casa de Lorette donde ahí estaba ella.

PD. De nuevo capítulo corto, pero para que dure más :) 


jueves, 9 de mayo de 2013

Capítulo 39.


Estaba nerviosa. Había repasado como tres veces mis labios de un pintalabios rosa.

Mis piernas temblaban y estaba muy inquieta.

Ese chico vendría a buscarme. No sabía la hora exacta pero sabía que vendría a por mí.

-¿Nerviosa? – Preguntó Lorette entrando en el baño de la habitación.
-Demasiado. Tiene tantas cosas que contarme, tantas cosas que explicarme…
-Seguro que todo saldrá bien.

Sonreí. En ese justo momento llamaron al timbre de la casa de Lorette. Mi respiración se cortó. Abrí los ojos y apreté mis puños juntando mis labios para esparcirme bien el pintalabios.

-Creo que es él. – Informó Lorette. – Lo mejor será que bajemos.

Asentí con la cabeza y tras terminar de cerrar el pintalabios, abandoné ese cuarto de baño siguiendo a Lorette.

Atravesamos ese pasillo hasta llegar a las escaleras. Cogí aire. Insistían con el timbre. Los padres de Lorette no estarían.

Últimos dos escalones y ya estaríamos abajo.

-Te dejo con él. Si necesitas algo, estoy en la cocina.

Lorette me besó la mejilla y me deseó suerte. Después desapareció.

Cogí aire y me coloqué de nuevo el vestido. Bajé el pomo que abriría la puerta.

Ahí estaba él.

Le miré con los ojos esperanzados. Ese chico era precioso, perfecto. Sus ojos azules destacaban en esa oscuridad y su perfecto tupé rubio le hacía tres o cuatro centímetros más alto.

Me dieron ganas de besarle, de abalanzarme sobre él y no soltarle jamás. Pero me contuve.

-Hola. – Dije.
-Hola, ____.

Ambos nos quedamos en silencio.

-¿Pasas o…?
-No. No. Prefiero que vayamos a un sitio…
-Está bien.

Cogí mi chaqueta que la tenía en el perchero de al lado de la puerta y miré a Lorette que estaba escondida detrás de la puerta de la cocina. Le gesticulé para que entendiese que me iba con él y que me llevaba el móvil. Después, abandoné la casa.

Bajábamos las escaleras principales de la casa. Él tenía las manos metidas en sus pantalones sumamente ajustados. Yo las mantenía unidas adelante.

-¿Qué tal por París? – Me decidí a decir.

Pero, ¡¿qué tontería?! Mis nervios me delataban.

-Bien. Lo había imaginado diferente.
-¿Sí?
-Demasiado diferente. – Justificó.
-Bueno…

Niall se acercó a un coche y yo le seguí extrañada.

-Lo he alquilado. – Dijo el rubito al darse cuenta de que estaba algo confusa. Sonreí comprendiendo.

Abrió el coche y los dos montamos. Él en el asiento del piloto y yo en del copiloto.

Él metió las llaves en la ranura y arrancó el coche. Lo sacó de ese aparcamiento y comenzó a conducir.

Miraba por la ventanilla. Esa situación era demasiado incómoda. Hacía mucho que no estaba a solas con él, y jamás estuve en una situación así.

-Y tú, ¿qué tal? – Preguntó definitivamente él.
-Bien, supongo. Tu visita la verdad me ha descuadrado mucho.
-¿No te alegras de verme? – Preguntó con una sonrisa pícara.
-¡No es eso! – Exclamé. – Solo que… me surge curiosidad de por qué tu visita a París.

Él sonrió.

-Prefiero confesarte eso cuando lleguemos a un sitio.

Niall condujo hasta un rincón desconocido hasta el momento para mí. Unos veinte minutos aproximadamente.

Paró el coche y nos bajamos. Era un edificio en el que parecía estar una pensión para que la gente pasase unos días por un precio asequible.

-¿Aquí es? – Pregunté.
-Sí. Aquí es.

Niall me ensanchó la mano y no la guardó hasta que no encajé la mía con la suya. La apretó fuerte cuando las entrelazamos.

Pasamos por una puerta la cual estaba abierta y entramos en una especie de portal que atravesamos rápidamente hasta subir por unas escaleras antiguas. Él no me soltaba la mano y yo tampoco lo hacía.

Sentía una inmensa felicidad por dentro. Imparable. Le tenía ahí, cogido de mi mano. Como si fuésemos novios.

Tras subir tres plantas, llegamos a una puerta. Niall soltó mi mano para sacar una llave e insertarla en la puerta. Me dejó paso y entró detrás de mi cerrando la puerta.

¡Guau! La puerta daba a un pequeño salón en el que había un gran ventanal, el que estaba abierto y con unas vistas perfectas hacia la torre Eiffel. Al lado de ese ventanal, una mesa para dos decorada con una vajilla bastante bonita y con un candelabro en medio con dos velas apagadas. Niall se dirigió y sacó un mechero con el que las encendió.

Yo permanecía al lado del sillón, quieta, asombrada. Sin saber qué hacer.

-Toma asiento, por favor. – Dijo Niall señalando a una de las dos sillas.

Le hice caso y retiré mi chaqueta y mi bolso para dejarlos en el sillón y sentarme en esa silla. Él se quitó su chaqueta a la vez y la dejó en el respaldo de la otra silla.

Me acomodé y percibí el olor a vela recién encendida que desprendía.

-Tengo muchas cosas que contarte, ____.
-Demasiadas.
-No sé cómo empezar…
-Por el principio, por ejemplo.
-Ya pero…
-¿Por qué estás aquí?  - Le interrumpí.
-Porque te quiero, ____.

Un vuelco en mi estómago.

-Te quiero y te he querido desde el día que te vi abrirme la puerta de tu casa. Eres tan diferente, tan especial, tan única…

Mi boca permanecía abierta.

-Simplemente te pedí que me confesaras lo que sentías por mí para darme cuenta de que tú y yo podríamos llegar a algo. Sé que Anne es tu hermana y que la has hecho daño, pero ayer hablé con Liam y me dijo que Anne se fue a vivir con Harry. A Grecia. Los tíos de él tenían una casa con la que no sabían qué hacer y se fueron a vivir juntos allí.
-Por eso me dijiste que no lo estaba pasando tan mal…
-Creo que una persona que te quiere tanto como me decía ella, no se va a vivir con otro chico en dos días…
-Quizá lo necesitaba.
-No la culpo.

Le miré y pestañeé.

-Estuve esperando a verte en la exposición. Te estuve buscando por todo París estos últimos días.
-¿Enserio estuviste en la exposición?
-¡Claro! Hasta que cerraron.
-¡Yo te vi! Pero la presión me venció y me desmayé.
-¿O sea que fue verdad lo que alguien se desmayó?
-Sí. Caí en rotundo.
-Entiendo.

Niall se levantó un momento de la mesa y fue hacia un rincón. Trajo una cacerola con algo de comida dentro. Olía delicioso. Nos sirvió. El olor de esa comida se metió de lleno en mi nariz y me entró un gran apetito.

Los dos comenzamos a comer tras él servirlo. Continuó su confesión.

-Quieras creerme o no, he venido hasta aquí solo para decirte que te necesito, y que necesito que seas algo más en mi vida. Quiero que estés en ella, quiero despertarme todos los días a tu lado. Necesito hacerlo. Eres la mujer más increíble y especial que he conocido. Todo este tiempo que he callado, simplemente ha sido para no hacer daño a Anne y para no ponerte entre la espada y la pared a ti. Cada vez que te veía, necesitaba besarte. Cualquier excusa era buena para verte. Cuando te veía con Marcos miles y miles de espadas se apoderaban de mi corazón. Que necesitarte era lo único que sabía hacer bien. Tu hermano me animó a venir a por ti, y aquí estoy. Una noche de Julio confesándote mi amor incondicional bajo la luna parisina. Te quiero, ____. Y no quiero que seas lo que has sido hasta ahora en mi vida. Quiero que seas algo más.