lunes, 8 de abril de 2013

Capítulo 17.


-Mañana nos vemos entonces. – Se despidió Niall de mí cuando abandoné su coche y cogí todos los materiales que no nos habían servido, al menos ahí.
-Sí, mañana nos vemos. – Sonreí y cerré la puerta y comencé a andar hasta la puerta.

No hice ninguna parada en la cocina ni tampoco en el baño. Subí directamente a la boardilla a dejar el material de pintura. Pensé mientras bajaba las escaleras de ahí en mi futuro. Debía de hablar con alguien que me escuchase y comprendiese. Desahogarme. Que alguien me aconsejase.

Cogí el móvil y observé mi agenda: Descarté a todo el mundo. Mis únicas amigas en quien podría confiar para contarle tal cosa serían Amy y Sophie. Amy, una experta y Sophie una novata, como yo. No había ningún término medio. Nada.

Opté por contárselo a Amy. Ella me entendería más que Sophie. Pulsé su número y la llamé.

-¿Sí? – Contestó.
-Hola Amy.
-¡Hola cielo! ¿Cómo estás?
-Bien. Bueno, no. Necesito contarte algo. ¿Te viene bien que quedemos en media hora?
-Claro, ya nos íbamos para casa. ¿Es algo importante?
-No, no te preocupes. No es nada grave. Sólo que… Bueno. Ahora te lo cuento. No le digas nada a Sophie, por favor.

Colgué y me senté en mi silla del escritorio. Encendí el armatoste que tenía como ordenador y revisé mi correo. Nada nuevo. Sólo destinos para irse de vacaciones en este verano. ¡Qué fastidio! Yo debería de estar organizando eso.

No me dio tiempo a mirar nada más. Llamaron al timbre. Posé mis pies en el suelo y bajé a abrir la puerta. 

Parecía no haber nadie en mi casa. Tampoco me molesté en comprobarlo.

Giré el pomo y abrí.

-Hola Amy. – Sonreí.

La invité a pasar y nos dirigimos a mi habitación. Amy se sentó en mi cama y yo continuaba dando vueltas en la silla de mi habitación.

-¿Qué te ocurre para que sea tan importante que me hagas venir a estas horas?
-Verás… - Cogí aire. – Es algo complicado de explicar… algo difícil incluso de creer… Jamás me hubiera imaginado estar en tal situación. Pero ahora…
-¡Vamos! Al grano. Me muero de ganas por saberlo.
-Creo que me está empezando a gustar Niall.

Amy se quedó con la misma cara que estaba. Seguramente ni supiese quien era ese chico por su nombre.

-Ah. Genial. ¿Eso era tan importante?
-¡Amy! – Protesté. – Niall es el rubito. Mi profesor de matemáticas. – Amy se encogió de hombros haciéndome entender que no tenía nada de malo. -¡El novio de mi hermana! – Susurré.
-¡¿EL NOVIO DE QUIEN?! – Exclamó Amy.
-¡Calla! – La exigí.
-¿Estás loca? ¿No tienes chicos en el mundo y te vas a fijar en el novio de tu hermana?

Amy se unía al bando de regañarme. ¡Normal! ¿Quién no lo haría? Hasta mi propio subconsciente se encargaba de hacer que me reconcomiese por cada pensamiento que tenía con Niall.

-Es que… ese chico tiene algo. Algo que me encanta. Algo que aun que no quiera, me llama la atención. Su mirada, su sonrisa. Todo lo de él.
-¿Estás segura de que solo te gusta? – Comentó Amy antes de soltar una carcajada.

La miré mal.

-Creo que lo que debes hacer es replantearte si te lleva a algún sitio “enamorarte” – Hizo las comillas con los dedos. – De tu propio cuñado. Tienes muchísimos chicos ahí afuera que seguro que se mueren por estar con alguien como tú. Marcos, por ejemplo. – Suspiré cuando escuché el ejemplo.
-¿Y cómo hago para desencapricharme de él? – Pregunté.
-Aléjate de él.
-¡Es mi profesor de matemáticas! Le veo todos los días.
-Bueno, intenta que sea solo eso: Un profesor de matemáticas.

Amy comenzaba a enredarse con los dedos el pelo. Parecía estar pensando algo.

-Es que… - Añadí. – Cuando le conocí era totalmente diferente a como es ahora. Borde, distante, seco… Pero, sin embargo, ahora, es cariñoso, cercano, amable. Según él es porque mi madre lo que quiere es que no apruebe matemáticas, y que si él estaba borde conmigo no conseguiría nada. Cambió el chip. Incluso me llegó a decir que le parecía una chica interesante. Y, su cambio, me encantó. Me hizo que viese a Niall como no había visto a ningún otro chico. Su sonrisa, su cuerpo, su olor… ¡Es todo! Pero a la vez, me siento mal… 
Liam me dijo que me alejase de él.

-¿Mi novio lo sabe? – Amy abrió la boca y soltó esa frase.
-¡No! – Reí. – Además no es tu novio; Simplemente Liam se olía que algo me pasaba con él y…
-Eres difícil. – Dijo. Sonreí. – Yo si fuese tú, me daría igual lo que me dijese la gente, la verdad. A mí sí me gusta un chico, me gusta. Y tú por lo que dices, ese chico te encanta. Además, ¿Quién te dice que no sea el amor de tu vida?
-¿Estás loca? ¿Cómo voy a luchar por un chico que es el novio de mi hermana? – Pregunté sobresaltada.
-Haz lo que quieras. Yo simplemente te di mi opinión: O lo dejas estar o luchas por él.

De repente, el móvil de Amy comenzó a vibrar. Alguien la llamaba.

-Sí mamá. Ya voy para allá. No tardo.

Colgó.

-Me tengo que ir. Mi madre ya está enfadada...

Bajamos las escaleras corriendo mientras Amy guardaba su móvil en su bolso de playa.

-Anímate y no seas tonta. – Añadió cuando llegamos a la puerta del interior. – Mañana hablamos. – Me dio dos besos y giró el pomo.

Pero, ni dos segundos tardó en echarse para atrás y susurrarme en el oído algo:

-Creo que tienes visita.

Miré hacia la puerta del exterior. Ahí estaba Marcos. ¡¿Qué hacía él ahí?!

Acompañé a Amy a la puerta y saludé a Marcos.

-¿Qué haces aquí? – Le pregunté.
-Creo que tengo algo de tiempo libre esta noche. Cancelé todos mis planes para ir a cenar contigo. – Sonrió.
-¿Quieres que vayamos a dar una vuelta? – Le sugerí. –Ya me encuentro mejor.
-Claro.

Bajo la mirada atenta de Amy, cogí las llaves y salí de mi casa. Amy andaba por el camino de la derecha y nosotros por el de la izquierda.

-¿Qué tal la competición? – Le pregunté.
-¡Bastante bien! Quedé segundo. Por los pelos no gané.

Sonreí al suelo. Me sentía mal por no haber ido a verle y mucho más por mentirle.

-Bueno… - Dijo. - ¿Dónde quieres que vayamos?
-¿Cancelaste la reserva? – Pregunté entusiasmada.
-Me temo que sí.

Mi cara entristeció.

-¡Tengo una idea! – Exclamó Marcos.

Agarró mi brazo y comenzó a andar algo más rápido. No sabía a dónde me llevaba pero me dejaba llevar.  Se paró en un Mcdonald’s y me invitó a entrar. Me quedé algo sorprendida, no me imaginaba que cambiaría uno de los mejores restaurantes como él me había dicho a una comida rápida.

Una mujer de unos treinta años, con una gorra con el logotipo de Mcdonald’s me preguntaba sobre mi pedido.

-Una hamburguesa con carne y queso y una coca-cola, por favor.

La mujer me sonrió y tecleó mi pedido en su pantalla.

-Para llevar, por favor. – Marcos añadió eso a mi pedido. Me dejó sorprendida.

Salimos con las bolsas llenas de comida y comenzó a andar corriendo de nuevo.

-¿Dónde vamos? ¡Se van a caer las bebidas! – Protesté.
-Confía en mí.

Y tras quince minutos en ese ritmo y tras subir una cuesta de infarto, llegamos a un sitio realmente bonito: A un pico desde el que se veía parte de la playa y la ciudad. Era increíble.



-Te veo sorprendida, parece que te gusta. – Se decidió a decir Marcos.
-¡Guau! Es increíble. Se ve toda la ciudad desde aquí arriba. No conocía este sitio.
-Claro, es que es especial.

Marcos se sentó en el suelo, justo donde debajo estaba todo el precipicio, dejando que sus pies colgaran encima de toda esa caída de piedras. Le miré asustada. Él comenzaba a abrir su bolsa y sacar su hamburguesa.

-¿Qué pasa? ¿No vienes? – La maravillosa sonrisa que tenía asomó en la casi completa oscuridad de aquel sitio.
-No… - Dije echándome para atrás.
-¿Tienes miedo? – Preguntó soltando una pequeña carcajada.

Asentí con la cabeza. Marcos se levantó y se acercó hacia a mí. Yo me eché más para atrás aún.

-¡Vamos tonta! No tengas miedo.

La mano de Marcos rodeó toda mi cintura. Me apretaba fuerte y me iba acercando poco a poco hacia el filo donde hacía unos minutos él se había sentado.

-Me da muchísimo miedo, de verdad. – Me quejé cerrando los ojos.
-Tranquila, confía en mí. – Me acercó más aún y yo apreté más los ojos. Un gran brote de viento me echó el pelo para atrás. – Como no abras los ojos tu hamburguesa se quedará fría. – Dijo Marcos. Solté una carcajada.

Abrí poco a poco los ojos. Miré hacia abajo. Mi primera reacción fue echarme hacia atrás, pero ahí estaba Marcos sujetándome la cintura para impedirlo. Miré hacia abajo y se veía toda la playa desde una gran altura. Todo eso era precioso.

Marcos soltó mi mano y se sentó en el mismo sitio de antes, ofreciéndome su mano. La miré y el la volvió a señalar con la cabeza para que de una vez por todas la tomase. Así lo hice. La agarré y me senté a su lado intentando no mirar para abajo demasiado.

-¿Te gusta? – Preguntó de nuevo Marcos.

Estábamos a muy poca distancia. Estaba algo nerviosa. Los nervios, el momento, Marcos… Toda esa situación me ponía nerviosa. Mirándole a los ojos e intentando contestarle, sentí como Marcos cogía mi mano y la entrelazaba con la suya. La agarraba fuerte mientras la otra mano, apartaba mi pelo y cogía mi cuello dirigiendo mi cara hacia la suya. 


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