-Mañana nos vemos entonces. – Se despidió
Niall de mí cuando abandoné su coche y cogí todos los materiales que no nos
habían servido, al menos ahí.
-Sí, mañana nos vemos. – Sonreí y cerré la
puerta y comencé a andar hasta la puerta.
No hice ninguna parada en la cocina ni
tampoco en el baño. Subí directamente a la boardilla a dejar el material de
pintura. Pensé mientras bajaba las escaleras de ahí en mi futuro. Debía de
hablar con alguien que me escuchase y comprendiese. Desahogarme. Que alguien me
aconsejase.
Cogí el móvil y observé mi agenda: Descarté
a todo el mundo. Mis únicas amigas en quien podría confiar para contarle tal
cosa serían Amy y Sophie. Amy, una experta y Sophie una novata, como yo. No
había ningún término medio. Nada.
Opté por contárselo a Amy. Ella me
entendería más que Sophie. Pulsé su número y la llamé.
-¿Sí? – Contestó.
-Hola Amy.
-¡Hola cielo! ¿Cómo estás?
-Bien. Bueno, no. Necesito contarte algo.
¿Te viene bien que quedemos en media hora?
-Claro, ya nos íbamos para casa. ¿Es algo
importante?
-No, no te preocupes. No es nada grave.
Sólo que… Bueno. Ahora te lo cuento. No le digas nada a Sophie, por favor.
Colgué y me senté en mi silla del
escritorio. Encendí el armatoste que tenía como ordenador y revisé mi correo.
Nada nuevo. Sólo destinos para irse de vacaciones en este verano. ¡Qué
fastidio! Yo debería de estar organizando eso.
No me dio tiempo a mirar nada más. Llamaron
al timbre. Posé mis pies en el suelo y bajé a abrir la puerta.
Parecía no haber
nadie en mi casa. Tampoco me molesté en comprobarlo.
Giré el pomo y abrí.
-Hola Amy. – Sonreí.
La invité a pasar y nos dirigimos a mi
habitación. Amy se sentó en mi cama y yo continuaba dando vueltas en la silla
de mi habitación.
-¿Qué te ocurre para que sea tan importante
que me hagas venir a estas horas?
-Verás… - Cogí aire. – Es algo complicado
de explicar… algo difícil incluso de creer… Jamás me hubiera imaginado estar en
tal situación. Pero ahora…
-¡Vamos! Al grano. Me muero de ganas por
saberlo.
-Creo que me está empezando a gustar Niall.
Amy se quedó con la misma cara que estaba.
Seguramente ni supiese quien era ese chico por su nombre.
-Ah. Genial. ¿Eso era tan importante?
-¡Amy! – Protesté. – Niall es el rubito. Mi
profesor de matemáticas. – Amy se encogió de hombros haciéndome entender que no
tenía nada de malo. -¡El novio de mi hermana! – Susurré.
-¡¿EL NOVIO DE QUIEN?! – Exclamó Amy.
-¡Calla! – La exigí.
-¿Estás loca? ¿No tienes chicos en el mundo
y te vas a fijar en el novio de tu hermana?
Amy se unía al bando de regañarme. ¡Normal!
¿Quién no lo haría? Hasta mi propio subconsciente se encargaba de hacer que me
reconcomiese por cada pensamiento que tenía con Niall.
-Es que… ese chico tiene algo. Algo que me
encanta. Algo que aun que no quiera, me llama la atención. Su mirada, su
sonrisa. Todo lo de él.
-¿Estás segura de que solo te gusta? –
Comentó Amy antes de soltar una carcajada.
La miré mal.
-Creo que lo que debes hacer es
replantearte si te lleva a algún sitio “enamorarte” – Hizo las comillas con los
dedos. – De tu propio cuñado. Tienes muchísimos chicos ahí afuera que seguro
que se mueren por estar con alguien como tú. Marcos, por ejemplo. – Suspiré
cuando escuché el ejemplo.
-¿Y cómo hago para desencapricharme de él?
– Pregunté.
-Aléjate de él.
-¡Es mi profesor de matemáticas! Le veo
todos los días.
-Bueno, intenta que sea solo eso: Un
profesor de matemáticas.
Amy comenzaba a enredarse con los dedos el
pelo. Parecía estar pensando algo.
-Es que… - Añadí. – Cuando le conocí era
totalmente diferente a como es ahora. Borde, distante, seco… Pero, sin embargo,
ahora, es cariñoso, cercano, amable. Según él es porque mi madre lo que quiere
es que no apruebe matemáticas, y que si él estaba borde conmigo no conseguiría
nada. Cambió el chip. Incluso me llegó a decir que le parecía una chica
interesante. Y, su cambio, me encantó. Me hizo que viese a Niall como no había
visto a ningún otro chico. Su sonrisa, su cuerpo, su olor… ¡Es todo! Pero a la
vez, me siento mal…
Liam me dijo que me alejase de él.
-¿Mi novio lo sabe? – Amy abrió la boca y
soltó esa frase.
-¡No! – Reí. – Además no es tu novio;
Simplemente Liam se olía que algo me pasaba con él y…
-Eres difícil. – Dijo. Sonreí. – Yo si
fuese tú, me daría igual lo que me dijese la gente, la verdad. A mí sí me gusta
un chico, me gusta. Y tú por lo que dices, ese chico te encanta. Además, ¿Quién
te dice que no sea el amor de tu vida?
-¿Estás loca? ¿Cómo voy a luchar por un
chico que es el novio de mi hermana? – Pregunté sobresaltada.
-Haz lo que quieras. Yo simplemente te di
mi opinión: O lo dejas estar o luchas por él.
De repente, el móvil de Amy comenzó a
vibrar. Alguien la llamaba.
-Sí mamá. Ya voy para allá. No tardo.
Colgó.
-Me tengo que ir. Mi madre ya está enfadada...
Bajamos las escaleras corriendo mientras
Amy guardaba su móvil en su bolso de playa.
-Anímate y no seas tonta. – Añadió cuando
llegamos a la puerta del interior. – Mañana hablamos. – Me dio dos besos y giró
el pomo.
Pero, ni dos segundos tardó en echarse para
atrás y susurrarme en el oído algo:
-Creo que tienes visita.
Miré hacia la puerta del exterior. Ahí
estaba Marcos. ¡¿Qué hacía él ahí?!
Acompañé a Amy a la puerta y saludé a
Marcos.
-¿Qué haces aquí? – Le pregunté.
-Creo que tengo algo de tiempo libre esta
noche. Cancelé todos mis planes para ir a cenar contigo. – Sonrió.
-¿Quieres que vayamos a dar una vuelta? –
Le sugerí. –Ya me encuentro mejor.
-Claro.
Bajo la mirada atenta de Amy, cogí las
llaves y salí de mi casa. Amy andaba por el camino de la derecha y nosotros por
el de la izquierda.
-¿Qué tal la competición? – Le pregunté.
-¡Bastante bien! Quedé segundo. Por los pelos no
gané.
Sonreí al suelo. Me sentía mal por no haber
ido a verle y mucho más por mentirle.
-Bueno… - Dijo. - ¿Dónde quieres que
vayamos?
-¿Cancelaste la reserva? – Pregunté entusiasmada.
-Me temo que sí.
Mi cara entristeció.
-¡Tengo una idea! – Exclamó Marcos.
Agarró mi brazo y comenzó a andar algo más
rápido. No sabía a dónde me llevaba pero me dejaba llevar. Se paró en un Mcdonald’s y me invitó a entrar.
Me quedé algo sorprendida, no me imaginaba que cambiaría uno de los mejores
restaurantes como él me había dicho a una comida rápida.
Una mujer de unos treinta años, con una
gorra con el logotipo de Mcdonald’s me preguntaba sobre mi pedido.
-Una hamburguesa con carne y queso y una
coca-cola, por favor.
La mujer me sonrió y tecleó mi pedido en su
pantalla.
-Para llevar, por favor. – Marcos añadió
eso a mi pedido. Me dejó sorprendida.
Salimos con las bolsas llenas de comida y
comenzó a andar corriendo de nuevo.
-¿Dónde vamos? ¡Se van a caer las bebidas! –
Protesté.
-Confía en mí.
Y tras quince minutos en ese ritmo y tras
subir una cuesta de infarto, llegamos a un sitio realmente bonito: A un pico
desde el que se veía parte de la playa y la ciudad. Era increíble.
-Te veo sorprendida, parece que te gusta. –
Se decidió a decir Marcos.
-¡Guau! Es increíble. Se ve toda la ciudad
desde aquí arriba. No conocía este sitio.
-Claro, es que es especial.
Marcos se sentó en el suelo, justo donde debajo estaba todo el precipicio, dejando que sus
pies colgaran encima de toda esa caída de piedras. Le miré asustada. Él
comenzaba a abrir su bolsa y sacar su hamburguesa.
-¿Qué pasa? ¿No vienes? – La maravillosa
sonrisa que tenía asomó en la casi completa oscuridad de aquel sitio.
-No… - Dije echándome para atrás.
-¿Tienes miedo? – Preguntó soltando una
pequeña carcajada.
Asentí con la cabeza. Marcos se levantó y
se acercó hacia a mí. Yo me eché más para atrás aún.
-¡Vamos tonta! No tengas miedo.
La mano de Marcos rodeó toda mi cintura. Me
apretaba fuerte y me iba acercando poco a poco hacia el filo donde hacía unos
minutos él se había sentado.
-Me da muchísimo miedo, de verdad. – Me quejé
cerrando los ojos.
-Tranquila, confía en mí. – Me acercó más
aún y yo apreté más los ojos. Un gran brote de viento me echó el pelo para
atrás. – Como no abras los ojos tu hamburguesa se quedará fría. – Dijo Marcos.
Solté una carcajada.
Abrí poco a poco los ojos. Miré hacia
abajo. Mi primera reacción fue echarme hacia atrás, pero ahí estaba Marcos sujetándome
la cintura para impedirlo. Miré hacia abajo y se veía toda la playa desde una
gran altura. Todo eso era precioso.
Marcos soltó mi mano y se sentó en el mismo
sitio de antes, ofreciéndome su mano. La miré y el la volvió a señalar con la
cabeza para que de una vez por todas la tomase. Así lo hice. La agarré y me
senté a su lado intentando no mirar para abajo demasiado.
-¿Te gusta? – Preguntó de nuevo Marcos.
Estábamos a muy poca distancia. Estaba algo
nerviosa. Los nervios, el momento, Marcos… Toda esa situación me ponía
nerviosa. Mirándole a los ojos e intentando contestarle, sentí como Marcos
cogía mi mano y la entrelazaba con la suya. La agarraba fuerte mientras la otra
mano, apartaba mi pelo y cogía mi cuello dirigiendo mi cara hacia la suya.
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