Sus labios chocaron con los míos. Se
sentían. Nuestras lenguas jugaban intentando buscar una salida.
Nuestros
alientos ahora eran uno.
Nos despegamos y el quitó su mano de mi
cuello, pero no soltó la otra mano de la mía.
Me miró en la oscuridad a los ojos. Sonrió.
A mí no me salía una gran sonrisa. Había
besado a Marcos pero realmente no era lo que quería. No era la situación,
quizás.
Soltó mi mano, aún con la sonrisa, y
comenzó a comer su enorme hamburguesa. Yo le miraba.
-¿No comes? – Me preguntó tras dar un sorbo
a su coca-cola.
-No. Se me ha quitado el hambre. – Dije
seria.
Me miró raro. Dejó la hamburguesa en su
caja y se sacudió las manos.
-¿Estás bien?- Me preguntó.
Le miré. Miré al precipicio.
-Me voy a casa. – Decidí decir.
Estaba intentando levantarme, pero Marcos
fue dos veces más rápido que yo.
-Espera. – Se puso delante de mí. Apoyó sus
manos en mis hombros y me frenó. – No te ha gustado el beso, ¿no? – Preguntó.
No contesté. Miré hacia el suelo y
intentaba seguir andando. Él me lo volvió a impedir.
-Yo… Lo siento… pensaba que tú y yo… pues…
-Tranquilo Marcos. – Al fin me digné a
hablar. – Es todo culpa mía. No sé ni lo que quiero.
Marcos me miró extrañado. Volteó sus ojos y
volvieron a dar con los míos.
-O sea, ¿Qué no sabes si me quieres? –
Preguntó.
-No te puedo querer, Marcos. No te conozco.
-Entiendo. Lo que ha pasado es que me he
precipitado.
-Puede.
Quitó sus manos de mis hombros y se
las metió en el bolsillo. Yo cogí mi bolso y comencé a recoger toda mi comida para
meterla de vuelta a la bolsa.
-Me voy a casa. – Repetí.
-¿Te acompaño?
-No hace falta.
Comencé a bajar esa cuesta. Mi corazón iba
demasiado acelerado. Otro tema más en mi cabeza no… Se supone que los veranos
son para pasarlos tranquilamente, y mi verano no estaba siendo precisamente
tranquilo.
Niall, Marcos. Marcos, Niall. ¿Qué querían
hacer conmigo? Me iban a matar entre los dos.
Andaba apresuradamente. Era ya bastante
tarde y no se veía mucho por esas calles. Solo alumbraban las farolas y siempre
me ha dado bastante miedo andar por ahí a altas horas. Encontré una papelera
donde deposité la bolsa de comida rápida. Estaría fría y no tenía muchas ganas
de cenar eso.
Se me escapó una lágrima. No de
sentimiento, sino una lágrima de impotencia. Jamás había tenido ese problema en
el tema del amor. Simplemente, no había tenido amores. Jamás estuve enamorada.
Típicos amores de niña pequeña, pero jamás mantuve relaciones con chicos más
allá de dos semanas, y más allá de besos. Siempre estuve muy centrada en mis
estudios y no tenía tiempo, o no quería tenerlo, para amoríos.
Entré en mi casa y me acerqué al salón. Mis
padres y Liam estaban cenando. Sin mí.
-Buenas noches. – Saludé.
-¿Dónde estabas? – Preguntó mi madre.
-Con Amy. Fuimos a dar una vuelta.
-¿Y no vas a cenar?
-No tengo hambre.
-Tenemos los filetes que tanto te gustan.
¿Enserio no vas a probar nada?
-Tomamos algo por ahí.
Liam me miraba extraño. Como decepcionado.
Y, si de verdad estaba decepcionado, yo lo entendería perfectamente.
-Me voy mamá. – Dijo Anne abriendo la
puerta del salón.
-No llegues tarde. – Le dijo mi madre
aceptando su beso en la mejilla.
La miré sorprendida. Saldría también hoy.
Después de darle el beso a mi madre y
lanzárnoslo a los demás, cogió su bolso del perchero y abandonó la casa.
-¿A dónde va otra vez? – Preguntó curioso
mi padre.
-Con Niall. – Contestó mi madre.
Un golpe en el estómago me golpeó. Algo que
me hizo recaer más de lo que ya estaba.
-Me voy a dormir, estoy cansada. – Dije.
-Bien. – Sonrió mi madre.
Raro en ella. Debería de haber insistido
más, pero supongo que ya habría tenido suficiente conmigo hoy…
Pero, una última mirada antes de abandonar
el salón, me atravesó. Fue la de Liam que permanecía mirándome, pero no de la
misma manera. Ahora era mirada de complicidad.
Mis ojos comenzaban a inundarse y lo mejor
sería abandonar el salón sin que nadie se diese cuenta de mi estado de ánimo.
Sonreí vagamente a Liam y cerré la puerta.
Subí rápido conteniendo algo las lágrimas.
Abrí la puerta, solté mi bolso contra mi silla, cogí los auriculares y me tumbé
rabiosa en la cama. Canción número siete. Me puse el cojín en la cara y comencé
a llorar desconsoladamente.
¿Qué me estaba pasando? Acababa de cumplir
los diez y ocho años hacía dos meses, estaba comportándome como una verdadera
adolescente. Pero lo era. Realmente aún no había dejado de ser una adolescente
y me estaba comportando como tal. Como alguien que juega con los juguetes de su
vecino sin que él lo sepa. Como alguien que se ilusiona de un globo sabiendo que
éste un día se explotará y desaparecerá. Pero, ¿cómo iba a cambiar lo que
sentía? Era algo que no podía parar.
Cuando besé a Marcos me di cuenta de algo,
y es que, no solo me estaba empezando a gustar Niall, sino que, quizá, estaba
empezando a enamorarme de él.
Sentí una mano acariciar mi pelo. Despacio.
Levanté mi cara del cojín y allí me encontré con el único rostro que ahora
mismo podría consolarme: Liam.
-Pequeña… - Dijo limpiándome los restos de
maquillaje que habrían ensuciado mi cara.
Le miré y sin mediar palabra, le abracé.
Sólo sus abrazos podrían consolarme.
-¿Qué te pasa? – Me preguntó cogiendo mi
cara con ambas manos haciendo que mi mirada fuese directa a la suya. -¿Es por
él? – Preguntó tras unos segundos de silencio.
Rompí más a llorar.
-Dios mío… - dijo él.
Se sentó a mi lado cogiendo mis dos manos y
dejándose ver por la poca luz de la farola que entraba por las rejillas de la
persiana.
-Estas llorando por él, ¿no es así? –
Insistió. Asentí con la cabeza. –Lo sé.
-Liam… esto es demasiado raro. Es lo más
difícil. Me vas a llamar niñata, tan solo le conozco desde hace apenas una
semana, pero desde el primer momento supo cómo hacer que solo pudiese pensar en
él. En su mirada. Además, se comporta genial conmigo. Es amable, delicado, dulce…
¿Cómo pretende que así deje de pensarle? Si cada vez que le escucho hablar mis
oídos solo se centran en él. Si cada vez que me mira siento que el mundo se
para. Si cada vez que me toca siento que mi corazón se va a parar. Y cada vez
que le veo besarse con Anne, la rabia sale sola. Es algo inevitable. Algo que
no puedo parar.
Mis lágrimas aumentaban y la cara de mi
hermano se había convertido en un poema.
-Amy me ha dicho que es una completa
locura. -Proseguí.- Que es el novio de mi hermana, y eso lo asumo y lo sé. Pero, no puedo
hacer nada por evitarlo. Y lo siento, lo siento por ti. Te he defraudado. Te
dije que me alejaría de él y no, no puedo. Él viene detrás de mí y él es el que
alimenta todo esto.
-He hablado con mamá. – Me interrumpió
Liam. – Me ha comentado algo de lo que vio ayer. La despedida cariñosa que
tuvisteis. Incluso me confesó que a él se le veía ilusionado. Dice que te
miraba de diferente manera a la que mira a Anne.
-¿Qué me quieres decir con eso?
-Quiero decirte que, quizá, él también esté
empezando a sentir cosas por ti. Te trata demasiado bien por lo que me has
dicho. Se ve que quiere muchísimo a Anne, pero eso no quiere decir que no te
esté empezando a querer a ti.
Mis ojos se inundaban y empezaba a aparecer
la ilusión. La ilusión de que eso que estaba diciendo Liam fuese cierto.
-Pero, en ese caso, te recomendaría que te
alejases de él completamente. Tienes que
olvidarte de ese chico como sea.
Miré hacia el suelo y mi ilusión de nuevo
despareció.
-Escúchame. – Liam me cogió sutilmente de
mi barbilla y la subió hacia arriba hasta que mis ojos inundados se encontrasen
con los suyos. – Como sea.
-Sí. Tienes razón. Lo haré.
-Y ojalá ese chico estuviese soltero y Anne
no estuviese de por medio, pero recuerda, es mejor perder a un chico que perder
a una hermana y deshacer una familia entera.
Liam tenía demasiada razón… Era una
completa locura. ¿En qué estaba pensando? Debería alejarme de ese chico, debía
de hacerlo.
-¿Me lo prometes? – Insistió Liam prestándome
su dedo meñique para enredarlo con el mío.
-Prometido. – Le dije cediéndole mi dedo
más pequeño.
Me sonrió y me alborotó el pelo.
-Hasta mañana, pequeña.
Y desapareció.
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