Las diez de la mañana. Tenía que hablar con Niall.
Tenía que hacerlo. Pedirle disculpas como mínimo, saber cómo estaba. Despedirme
de él. Dentro de tres horas tendría que ir rumbo al aeropuerto y no podría
hacerlo sin hablar con él antes.
Y ahora, estaba en su puerta, al igual que días atrás.
En la misma situación. No había exactamente nadie que me cogiese ese maldito
telefonillo.
Todas las persianas de la ventana estaban bajadas. Nada
me daba una simple señal de que Niall se encontraba ahí.
-¡Por aquí! – Exclamaban detrás de mí.
Me giré. Vi un camión de mudanzas y a Louis ordenando a
dos hombres que cargaban con un sillón.
-¿Lou? – Le dije arrugando la frente cuando estaba lo
suficientemente de mí.
-¡____! ¿Qué haces aquí? – Preguntó sorprendido.
-¿Y tú? – Pregunté.
-Me mudo al lado de Niall. – Dijo mirando a esos dos
hombrecillos.
-Venía a hablar con él, Lou. ¿Dónde está? – Pregunté.
-Lo vas a tener difícil. Se fue de madrugada. A nadie le
dijo donde, pero se fue.
-¡¿Qué?! – Exclamé.
-Mejor será que olvides todo esto de una vez e intentes
hacer tu vida. Sin él.
Miré a Lou que tenía en sus ojos unas gafas de sol.
Estaba dudosa, ¿dónde podría haber ido Niall?
-No puedo, Lou. Tengo que hablar con él.
-Yo ya te dije que será difícil, pero si te empeñas, te
deseo suerte. – Me besó la mejilla y se fue detrás de esos hombres que pasaban
el sofá por la pequeña puerta del portal.
-Por cierto, Bon Voyage! - Exclamó agitando su mano antes de entrar en el portal.
Yo, me limité a dar media vuelta y, débilmente, empezar
a caminar rumbo a mi casa, donde terminaría las maletas y emprendería camino
rumbo al aeropuerto.
~
Salía al exterior de mi casa donde mis padres estaban
esperándome para guardar mis maletas en el coche. Liam estaba con ellos.
De Anne no sabía nada. Se fue a casa de Taylor algo
después de tener esa bronca y no apareció por casa.
No me iba a despedir de
ella y me sentía realmente mal. Pero era más que comprensible que no quisiera saber nada de mí.
Monté en el coche con unas gafas de sol, mis ojos
estaban hinchados.
Mis padres montaron en los asientos delanteros y Liam y
yo en los traseros.
-¿Y Anne? – Preguntó mi padre antes de arrancar el
coche.
-Está con Taylor. – Dijo Liam
-Ya me despedí de ella. – Añadí.
Los dos nos miramos y yo le sonreí cómplice.
Liam me agarró la mano disimuladamente.
Mi padre arrancó el coche y tras una hora conduciendo,
llegamos al aeropuerto.
Estaba nerviosa, no podía evitarlo. Sería una semana
pero iría sola. Completamente sola, con una familia a la que apenas conocía y a
París, la ciudad del amor.
Hablando del amor, tampoco me había despedido de Nial y
me sentía realmente culpable. La última vez que lo vi fue cuando salió
corriendo detrás de Anne. ¿Cómo estaría? ¿Dónde se habría metido? ¿Dónde habría
ido? Me sentía tan culpable de haberme metido en medio… Necesitaba hablar con
él, disculparme. Al igual que lo necesitaba hacer con mi hermana, pero con ella
era mucho más difícil.
-Que tengas un buen viaje, cariño. – Mi madre me abrazó
e hizo que me olvidase de Niall, de Anne y de todo eso que pasó la noche
anterior, que era lo que estaba pensando.
-Muchas gracias mamá.
Mi padre se unió al abrazo y yo les di un beso en la
mejilla a los dos.
Después de ese gran abrazo, miré a Liam. Le sonreí y me
abalancé sobre su torso rodeándole algo más arriba de la cintura con los
brazos.
Él pasó sus brazos por mi cuello y me besaba la cabeza.
-Gracias, Liam. Gracias por todo. Sobre todo por ser el
único que no me ha abandonado y que ha permanecido siempre a mi lado. Gracias.
-No me des las gracias. Eres mi enana favorita, recuerda. – Me
abrazó más fuerte aún.
Les sonreí a todos y directamente me pasé al mostrador
donde tendría que entregar mi pasaporte y embarcar mi maleta. Hecho.
Después, fui dirección adentro. Ya no había marcha
atrás. Dentro de cincuenta minutos mi avión con rumbo a París saldría.
Agitaba la mano en signo de despedida a mis padres y a
mi hermano. Ya no nos veíamos.
Cuarenta minutos después de estar ahí, una voz nos
anunció que ya era hora de embarcar en el avión.
Atravesé ese pasillo que nos llevaba hasta él. Saqué mi
billete y miré el número de asiento que me tocaría.
Después de encontrarlo,
descolgué mi mochila y la metí en el maletero de arriba. Me había tocado
ventana. ¡Menos mal!
Me senté y suspiré. No podía olvidarme de todo lo que
había pasado un día antes, y mucho menos, podía olvidarme de él.
Pero si de algo estaba segura es que ese viaje tenía
que aprovecharlo, y era mi oportunidad para empezar de cero. Pero para nada lo sería.
~
“Señores pasajeros, les avisamos que estamos a punto de
aterrizar en el aeropuerto Charles de Gaulle, París. Gracias por viajar con
nosotros”
Una voz anunciaba el final del viaje. Había sido corto.
Sonreí.
Ese armatoste tardó menos de diez minutos en aterrizar
en el aeropuerto de París. En cuanto aterrizamos, saqué mi mochila y ansiosa
salí en busca de mis maletas.
Una maleta por ahí, otra por ahí. Al fin avisté la mía.
La cogí y eché a correr hacia la salida donde me estaría esperando Lorette y su
familia.
Giré esa esquina y eché un primer vistazo a todos.
Había empresarios, parejas, taxistas con un papelito entre las manos con
nombres de gente, grupos, etcétera.
Eché otro vistazo a la izquierda y encontré a una
familia sonriente. Dos adultos, una chica aparentemente de mi edad y un niño
rubito pequeño. En las manos de la chica había un folio que ponía “Señorita
Flint” Sonreí.
Los había encontrado.
Agarré mi maleta y eché a correr fundiéndome en un gran
abrazo con Lorette.
-Bonjour, Lorette.
-Hola, ____.
Las dos sonreímos y volvimos a abrazarnos. Después, me dirigí a los padres de Lorette.
-Bonjour Volontiers, je suis ____. –Le sonreí.
- Bonjour belle. – Dijo la
madre de Lorette. - Je suis Aina. Encantada. – Esa última palabra la dijo intentando imitar
mi acento. Le salió realmente bien.
Después, me acerqué al pequeño y me agaché. Él se
intentó esconder detrás de la pierna de su madre.
-Bonjour. – Le sonreí.
-Bonjour. – Dijo con una dulce y fina voz.
- Quel est votre nom?
-Alain. – Dijo el niño con una sonrisa pícara a mi
pregunta de cuál era su nombre.
- ____. – Le estreché la mano y él la apretó. Los dos sonreímos.
-¿Nos vamos?
– Sugirió Lorette que parecía ser la única que podría comunicarse conmigo en mi
idioma.
-Sí. Claro.
– Sonreí.
Lorette les
tradujo a sus padres y a su pequeño hermano. Fuimos al parking donde estaba su
coche. Un BMW blanco bastante moderno. ¡Puf! Parecían tener dinero.
-¿Qué tal el
vuelo? – Me preguntó Lorette con ese acento francés tan peculiar.
-Bastante
tranquilo.
-¿Sigues
nerviosa?
-Algo menos.
– Sonreí.
Nos
montamos en el coche y el padre de nombre Bernard arrancó el coche.
Yo me
encontraba en el asiento de la ventana izquierda de la parte trasera del coche.
El pequeño Ailan no dejaba de mirarme de reojo.
Le miré y le
sonreí. Él me apartó la mirada corriendo y sonrió mirando a la puerta.
-Tu hermano
es vergonzoso. – Le dije a Lorette.
-Sólo hasta
que coge confianza.
Lorette
sonrió y yo con ella.
~
Acabábamos de llegar a la casa de Lorette. Era grande.
Un chalet de dos plantas y bastante amplio. Con un jardín trasero con piscina y
hamacas para tomar el sol. Un cenador en el que Lorette me informó que cenaban
todas las noches y un perro correteando por el jardín. Era un pastor alemán y
se llamaba Káiser.
Era precioso, grande y muy, muy cariñoso.
Después de echar un vistazo a la casa, volvimos a la entrada
donde dejé mis maletas y las subimos a la planta de arriba, a la habitación de
Lorette, que era donde dormiríamos las dos.
-Te hice un hueco en mi armario. – Me informó. – Espero
que tengas suficiente.
Abrió esa puerta de madera y me enseñó el hueco que
tenía.
-Es suficiente. – La dije sonriendo.
-Bien. – Dijo ella.
Comencé a colocar mi armario mientras Lorette
jugueteaba con un cubo de rubik tumbada en su cama.
-Por cierto, me dijeron que hoy había una exposición de
retratos en el centro de París. ¿Te apetece que vayamos? – Preguntó Lorette.
Dejé automáticamente de hacer lo que estaba haciendo y
me giré sorprendida. ¿Enserio era verdad eso que me estaba diciendo?
-Bueno…
-¡Vamos! – Exclamó interrumpiéndome. – Sé que te
encanta dibujar. Además, la inaugurarán esta noche. Hay retratos de todas
partes del mundo, de un montón de personas. Ni si quiera son famosas. Son solo
aficionados que se dedican a pintar en su tiempo libre.
Sonreí mirando a Lorette.
-Está cerca de la torre Eiffel. Luego podemos verla. – Añadió.
Lorette me terminó convenciendo. No sé cómo pero lo
hizo. Pero yo no sabía que esa noche, cambiaría todos mis esquemas. Cambiaría mi vida.
Nooooooooooo q te tienes q olvidar de niall!!!!!
ResponderEliminaroohhh!! madree!-1! lou se traslada donde niall, su hermana sin aparecer y ahora... la exposicionn!! q fuerte q fuertee!! no dejas de sorprenderme :))
ResponderEliminarAhhhhhh!!! Que súper chachi me encanto....
ResponderEliminarNo m digas que en la exposición estará el cuadro de Niall? Pobre ___..... Jejeje
Chauuu
ASDFGHLÑ. NEREA CADA VEZ TE SUPERAS A TI MISMA MÁAS SIGUEEE PRRECCIOOOSAA.
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