sábado, 30 de marzo de 2013

Capítulo 11.


Me decidí por acercarme a él y darle dos besos. Él me vio con esas intenciones y se acercó algo a mi también. Yo quise darle un beso en la mejilla izquierda, pero mi torpeza, o quizá la de él, hizo que los dos quisiésemos hacer lo mismo y, sin querer, o puede que queriendo, nuestros labios se rozaron levemente. Me alejé de un salto. No era aquella mi intención, y parece que la de él tampoco.

Me giré y no le di más importancia. Él también pareció perplejo a lo que acababa de pasar.

Empecé a pisar asfalto, con lo que me opté por ponerme las sandalias. El equilibrio no era lo mío y no encontraba ningún sitio donde poderme sentar a ponérmelas. El suelo era mi única opción, pero llevaba vestido y...

-¿Te ayudo?

Levanté la cabeza y puse de nuevo mis pies en la arena. Increíble pero cierto.

Un golpe en mi estómago de nuevo.

No me salían las palabras, simplemente quería desaparecer, desaparecer con él.

-Hola Niall.

Aquel rubito me esbozó una leve sonrisa y se puso a mi lado, agachándose un poco de forma en la que yo llegase a su hombro y pudiese colocar bien mis sandalias.

-Gracias. – Me agradecí.

Él me sonrió de nuevo. Coloqué mi vestido que se me había subido algo, y aterricé mis dos pies sobre el asfalto.

-Mañana te veo.

Eso sonaba a despedida. No, ¿por qué? No quería que se fuese.

-¿No quieres pasar a ver a Anne? – Dije lo primero que se me ocurrió.
-Le acabo de acompañar a casa de tu vecina, se quedará a dormir ahí. 

Puñales, golpes, terribles remordimientos se manifestaban en mi estómago cada vez que escuchaban hablar a aquel rubito sobre mi hermana.

Hoy me tocaría pasar la noche sola, parece ser. Liam estaba con Marta y mis padres hoy habían salido.

-Bien. – No me quedaba otra que despedirme. –Hasta mañana.

Comencé a rebuscar en mi pequeño bolso las llaves antes de llegar. ¡Oh, mierda!

-Joder. – Exclamé. Debió de ser altamente, porque aquel rubito se giró.
-¿Ocurre algo?
-Las llaves… me las he debido de dejar en la heladería…
-¿Sacas las llaves en las heladerías? – Niall soltó una pequeña carcajada.
-Raro, lo sé. Las saqué para buscar mi móvil… ¡A saber donde están…!

Niall se remangó su chaqueta vaquera que llevaba y miró su muñeca izquierda en busca del reloj.

-Creo que ya es algo tarde, con suerte están echando el cierre del local.
-No me queda otro remedio que ir…
-¿Y si vas a buscar a Anne? Ella seguro que tiene llaves.
-No, ella nunca lleva las llaves encima…

Comencé a andar aceleradamente, debía de llegar antes de que cerraran el local, sino me esperaría una noche cómoda y placentera en la arena de la playa, y, aun que muchas veces lo he deseado, hoy no era el día.

-Espera. – Niall se puso a mi lado jadeante. – Tendría la consciencia intranquila si te dejo ir sola a estas horas…

¡No me lo podía creer! Algo de buena suerte dentro de lo malo. Niall me acompañaría a buscar las llaves. 

En ese momento, bajé el ritmo. Contra más tardase en llegar a la heladería, más tiempo tendría de estar con él, que sin duda, de nuevo me estaba sorprendiendo. Parecía un hombre lobo, un chico al que la noche le afectaba. Parecía más amable, más cercano. Sin duda era totalmente diferente el profesor que me daba matemáticas al chico simpático que parecía aparecer como rutina todas las noches.

-Qué cabeza… - Bromeaba Niall.
-No sé en qué estaría pensando. –Me lamenté.
-Tranquila, un despiste lo tiene cualquiera.

Silencio. Sin embargo, ese silencio no era un silencio amargado, era un silencio cómodo. Un silencio en donde yo estaba encantada, estaba junto a él…

-¿Conseguiste arreglar mi dibujo? – Preguntó interesante.
-¿Tú dibujo? – Pensé, no sabía a qué se refería. -¡Ah! – Me acordé. –No. Creo que eso debes hacerlo tú.
-¿Yo? – Niall rió. –No creo que sea buena idea…
-¡Vamos! Sólo tienes que concentrarte, no es tan difícil eso de dibujar.
-Eso es un don. Hay gente que lo tiene y hay gente que no. Tú por ejemplo naciste con él y yo, por más que quiera, jamás podré pintar una flor en condiciones.

Una carcajada salió de mi boca. Él me miró extrañado y acompañó mi sonrisa.

Ahora entendía el por qué mi hermana se había enamorado de él, si era perfecto…

Ahí estaba el local, que, muy a mi pesar, estaba apagado y con el cierre bajado.

-Mierda… - Me quejé.
-Mala suerte… - Me siguió.
¿Qué hago? Pensé.
-Un momento… - Exclamé. –Tu amigo, el chico del tupé, el que me escupió en el… -Niall interrumpió con una sonrisa disimulada. –Sí, sí… ríete… - Fingí estar enfadada.
-Vamos tonta, sabes que me enfadé con él por eso.

Niall me rodeó con su brazo el cuello, mientras los dos estábamos frente a la puerta de entrada, alumbrados por una pequeña farola pensando en qué hacer para entrar a mi casa. Yo intentaba comunicarle mi idea, pero él no me dejó terminar. Y claro, con su brazo rodeando mi cuello, sintiendo su fragancia cerca, muy cerca de mí, era aún más complicado articular palabra.

-Ya, claro. Me defendiste porque te pensabas que al ser chica no podía hacerlo yo.  – No quería parecer cría, pero algo me dijo que si le decía eso, él me mimaría más.
-Te defendí porque me pareces una chica interesante.

¡Bum! Un hachazo en el corazón. Pero un hachazo agradable, bueno, bonito.

Niall me arrimó más a su torso. Podía escuchar, aun que malamente, el latir de su corazón.

Silencio. Sólo se oían nuestras últimas carcajadas.

-Y bien, ¿cuál era tu idea?

Aún seguía embobada. Tan embobada que no escuché la pregunta de Niall hasta pasados unos segundos.

-¡Llamar a tu amigo, Zayn! – Logré decir. – Él trabaja aquí, él es quien me ha atendido.

Niall arrugó el entrecejo y me soltó. Se alejó de mi y con la cara aún de sorpresa, empezó a reírse.

-¿Enserio? – Dijo entre carcajadas.
-¡Sí! Le tenías que haber visto con una especie de delantal que ni mi tía, con la libreta en la mano y mirándome con una mirada furtiva.

Los dos reíamos como niños pequeños. Estaba realmente cómoda con aquel chico.

-Bueno, bueno. – Niall sacaba su Iphone de su bolsillo. ¡Guau! Menuda pasada de móvil. – Le llamaré.

Se acercó el teléfono al oído y yo me llevé las uñas a la boca. No me las solía morder, es más, cuidaba mi manicura, pero el tener a Niall en frente de mí, al lado de la playa, a la luz de la luna y una pequeña farola, sonriendo, pestañeando, respirando, viviendo, me ponía muy, muy nerviosa.

-No da señales de vida… - Se retiró el móvil y miró la pantalla para asegurarse de que a quien llamaba era a Zayn. Intento fallido. Móvil apagado o fuera de cobertura.

Volvió a intentarlo como tres veces, pero ninguna dio resultado.

Acabé sentada en una de las sillas de la terraza de la heladería. Empezaba a tener frío y agité mis brazos para darles calor.

-Creo que no hay manera de contactarle, y el ir hasta su casa no nos servirá de nada. Andará por ahí con Louis y los demás.

Niall cogió una silla y la puso al lado de la mía. Guardó su móvil mientras que yo le miraba encantada. ¿Por qué hacía todo esto por mí después de ser un borde conmigo?

-¿Te puedo hacer una pregunta?
-Claro. – Dijo.
-¿Por qué no eres conmigo siempre así?

Niall borró su sonrisa de repente. Parecía no saber la respuesta ni él. Se encogió de hombros.

-Es igual. –Reí para transmitirle tranquilidad. – Sé que tú y yo nos acabaremos llevando bien.
Mi leve golpecito en la espalda le movió. Él miraba a un sitio fijo del suelo y sonreía vagamente.
-Bueno. – Me levanté aún agitando mis brazos para darles calor. – Creo que no me quedará otra que escalar la verja de mi casa.
-¿Estás loca? – Niall se sobresaltó. - ¿Cómo vas a hacer eso? Llevas vestido.
-¿Y? Eso no es problema para mí.

Ese chico rió. Parecía que le gustaba mi manera de ser. Si supiese que yo me moría por la suya…

-¿Y si llamas a tu hermana? No creo que le importe acogerte en casa de su amiga.

Sin contestarle, saqué el móvil del bolso. Sin batería.

-¡Eres una gafe! – Exclamó aquel rubito. – Toma, llámala desde el mío. –Reí.
-No, enserio. No quiero molestarla. Me iré a mi columpio, dormiré bien.
-¿Estás loca? Vamos, llámala.

Aun muy a mi pesar, cogí aquel teléfono y busqué el teléfono de mi hermana. Vaya… su nombre estaba decorado con unos cuantos corazones alrededor. Claro, se me olvidaba que…

-¿Sí? – Contestaban al teléfono.
-Anne, soy…
-No, no soy Anne, soy Tay. ¿Quién eres?
-Soy ____, su hermana.
-Ah, ¡Hola _____! Está durmiendo, ¿la despierto?
-Oh, no, no. No hace falta. Déjala dormir.
-¿De verdad?
-Sí, sí. No te preocupes. Mañana hablamos. Adiós.

Colgué. Tendí el brazo y le di mí el teléfono al rubito.

-¿Y bien?
-Está durmiendo…
-¡Joder! Esa tía es una marmota. – Una sonrisa se le dibujó.

 A mí se me quitó. Entendía que realmente estaba enamorado de mi hermana. Y yo… bueno… yo creía que estaba empezando a sentir algo por él.

-¿Y qué haremos ahora? – Preguntó.
-Tú irte a tu casa, yo ya buscaré algo para dormir.
-¿Estás loca? No te voy a dejar aquí sola. ¡Vamos! A penas tienes diez y ocho. Te pueden violar, robar…
-¡MATAR! – Le interrumpí acompañada de una carcajada.
-¡También! – Exclamó.
-Pues… - De nuevo me senté en la silla acariciándome más fuerte los brazos. – Entonces, dime. ¿Qué hacemos?
-Primero, toma. –Levanté la mirada y vi que me estaba tendiendo su chaqueta vaquera. – Póntela.

La agarré y, con su ayuda, la pusimos en mis brazos. ¡Bendito frío nocturno!

El aroma de su chaqueta, sus ojos tenues gracias a la luz de la entrada noche, su sonrisa, su cuerpo, su amabilidad, su ironía… Era él. A penas llevábamos media hora juntos y ya había sentido más sentimientos que en toda esa tarde con Marcos, incluso la patada en el estómago con solo intercambiar palabras era más fuerte que la que la que dio cuando los labios de Marcos y los míos se juntaron. Se supone que los dos son ‘mis amigos’ y que, si no fuese ese el caso, Marcos sería el que debería de dejar de ser solo amigo. Pero, ¿por qué no quería que mi ‘más que amigo’ fuese Marcos, sino Niall?




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